jueves, 22 de marzo de 2012

HABLEMOS DE HISTORIA -EL PRESENTE ME SUPERA

PAPEL DE SISTEMA POLITICO EN COLAPSO DE WEIMAR Y LA II REPUBLICA ESPAÑOLA

“sistema político es un conjunto formado por unas determinadas instituciones políticas, que tienen unas determinadas expresiones formales identificables en el régimen jurídico, en relación con un cierto nivel de participación que se manifiesta en conductas observables empíricamente y referidas al ejercicio del poder político por medio de las instituciones y los actos del gobierno.”.

I. La Republica de Weimar (el principio del fin)

I.I. La Génesis. La derrota alemana de 1918, implico no solo la disolución del Imperio, la abdicación del Kaiser Guillermo II y el descrédito “temporario” de los estratos dominantes de la sociedad (junkers, jefes militares, burocracia civil, grandes empresarios) 2, sino que además, dio inicio de un estado de anarquía revolucionaria inédito en Alemania.

La intención de institucionalizar la dinámica que habían tomado los acontecimientos, precipitó la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que deliberó en la pequeña localidad de Weimar, y que en Julio de 1919 acabó con el estadio de lo provisional e inauguró un nuevo estado alemán, ahora republica democrática, basado en una nueva Constitución aprobada por amplia mayoría.

Según manifestara Hugo Preuß, considerado generalmente como el padre de la Constitución, “La constitución de Weimar no ha nacido al sol de la felicidad, e ingresó a la historia de manera discreta”, lo cual era bastante entendible en una nación que había perdido una guerra de manera total, había iniciado un proceso revolucionario que terminó estancado, y un mes antes (junio de 1919) había firmado el Tratado de Versalles.

Para la población, al decir de Reinhard Rurup “…Las disposiciones del Tratado de Paz parecían concretas en demasía y de graves consecuencias, mientras los artículos de la Constitución por el contrario parecían abstractos y sin consecuencias inmediatas. La mayoría del pueblo alemán hablaba del dictado de la paz y no de la Constitución…”3 . Resulta importante en el contexto histórico entender que para la gran mayoría de los alemanes el Tratado de Versalles fue una traición de la clase política, que suscribió términos y compromisos humillantes para el orgulloso pueblo alemán, abonando de esta forma el ya instalado mito de “la puñalada en la espalda”.

I.II. El Desarrollo.

I.II.1 El Marco Institucional: Desde lo jurídico/institucional la nueva Constitución mezclaba la forma parlamentaria de la democracia con otros dos principios políticos: la democracia plebiscitaría y el modelo de Consejos, añadiéndole la elección directa del Presidente del Reich.

En este esquema el Presidente no solo podía someter al electorado cualquier ley sobre la que discrepase con el Parlamento, concepto éste que, plasmaba “…una vieja aspiración de Max Weber, quien veía en esa combinación una doble garantía a la hora de seleccionar a los lideres: la de preservar el liderazgo político frente a las tendencias burocratizantes del Parlamento y la de limar los riesgos propios del cesarismo…” 4 , sino que además el Reichspräsident gozaba, en virtud del conocido artículo 48, de poderes de emergencia que le permitían gobernar por decreto y estaba a su vez facultado, en mérito a lo dispuesto en el artículo 25, a disolver el Parlamento en caso que éste fuere incapaz de formar mayorías.

La mezcla de estos conceptos, de por si encontrados, originaron una gran tensión política entre los principios democráticos parlamentarios y el presidencialismo plebiscitario, mucho mas con las frecuentes disoluciones del Parlamento que se sucedieron entre 1924 y 1933, el nombramiento de cancilleres presidenciales y la utilización indiscriminada de Decretos, que desvirtuaron definitivamente el carácter pretendidamente excepcional que surgía de la redacción del famoso articulo 48 de la Constitución.

La inexistencia de mayorías democráticas sólidas en el Parlamento, sumado al uso excesivo de los poderes de excepción, ya referenciados, fueron alejando en los hechos a la Carta Magna de las aspiraciones de Webber y acercándola peligrosamente a las concepciones decisionistas de C.Schmitt5.

No obstante lo expresado, seria injusto culpar al diseño institucional de Weimar por el periodo dictatorial que término sucediéndole, aunque de alguna manera su articulado, tal como se desarrollaron los acontecimientos, fue funcional a la estrategia política de Hitler y utilizado como vehículo jurídico para la toma del poder por parte del nazismo.

II.II.2 Los actores políticos, la sociedad alemana y el camino autoritario:

Rainer Lepsius, nos recuerda que “…La República de Weimar, ha sido definida comúnmente como una república sin republicanos y una democracia sin demócratas ..”6, si bien aclara a posteriori que ambos conceptos son demasiado rígidos, concluye en que sirven para describir el estrecho potencial democrático que poseía la incipiente república.

El sistema de partidos en Alemania se conformó durante el Kaiserreich, entre 1870 a 1890, y fue introducido en la Republica de Weimar casi sin modificaciones, por lo cual se generaron dos inconvenientes básicos: 1) Los partidos estaban basados en los antiguos “cleavages” de aquellos años y no representaban los cambios sociales y económicos que se habían producido durante los últimos 50 años y 2) En el sistema de Bismarck los partidos políticos carecían de responsabilidades de gobierno o gestión y solo actuaban como representantes socioculturales.

En un inicio el sostén político de la Asamblea Constituyente, integrado por el Partido Socialdemócrata, el Zentrum Católico y los liberales de izquierda, se hizo cargo del Gobierno Alemán nombrando un Canciller, mientras la Asamblea, con la composición que tenia como constituyente, asumió el rol de Parlamento hasta las elecciones de 1920. El campo “autoritario” integrado por el Partido Popular Nacional Alemán y el Partido del Pueblo Alemán, “….se encontraba totalmente desarticulado ante la huida y dimisión del Kaiser, el colapso del antiguo orden y las ilusiones imperiales…”7 mientras el Partido Comunista recién comenzaría a tener peso parlamentario a partir de las elecciones de 1920.

Hasta la aparición de Partido Nazional Socialista, como un actor de peso parlamentario en las elecciones de 1928 y fundamentalmente en las 1930, el espectro político se mantuvo estable, pero ningún partido pudo imponer mayorías absolutas por lo que siempre se gobernó mediante alianzas. Esta inexistencia de mayorías absolutas y el diseño institucional de la Constitución hizo que las elecciones del Reichspräsident, tomaran una importancia superior a la que hubieran tenido en cualquier democracia parlamentaria occidental.

Siguiendo la división propuesta por Lepsius los partidos en Alemania se podían clasificar en cuatro grandes grupos: a) Democráticos: Socialdemocracia, Zentrum Católico y Liberales de Izquierda, b) Derecha Autoritaria: Partido Popular Nacional Alemán y el Partido del Puebo Alemán, y a partir de 1928 el Nazional Socialismo, c) Izquierda Autoritaria: Partido Comunista y elementos radicalizados desprendidos de la Socialdemocracia y del Espartaquismo y d) Particulares o Peculiares: Integrado este grupo por los partidos regionales protestantes, de minorías étnicas y aquellos que representaban a organizaciones económicas o sociales de clase media.

Como se ve la definición de “democracia sin demócratas” a la que aludimos al inicio del acápite, no era demasiado descabellada, mucho mas teniendo en cuenta que en todas las elecciones parlamentarias desde 1920, con la salvedad de las celebradas en el 1924, los partidos políticos anti-sistema (Derecha autoritaria/Comunismo) nunca sacaron, en conjunto, menos del 45% de los votos7.

De lo expresado surge claramente que una porción importante de los integrantes del Parlamento de Weimar no concebían la democracia parlamentaria como un sistema capaz de superar los conflictos sociales y económicos originados a partir de la derrota Alemana en la Gran Guerra, razón por la cual ejercieron lo que Lepsius denomina “Oposición Desleal”. A esto habría que sumar la escasa experiencia democrática de la población y una tendencia, tanto en la ciudadanía como en dirigentes e intelectuales, a justificar una vía particular y distinta de Alemania hacia la modernidad, que no era estrictamente el sistema que se aplicaba en el oeste de Europa.

El éxito de los partidos de la alianza democrática (SDP , DDP,y Zentrum), en la solución de los graves problemas políticos nacidos a partir de la derrota en la Gran Guerra y la firma de Tratado de Versalles, como la ocupación de la cuenca del Ruhr por tropas francesas, los levantamientos de la derecha autoritaria (Putch de la Cervecería de Munich), de la izquierda no democrática (alzamiento comunista en Sajonia), e incluso la superación de la crisis económica originada por la hiperinflación, no resultaron suficientes para consolidar el sistema democrático ni tampoco para establecer acuerdos programáticos permanentes dentro del sector democrático que permitan garantizar mayorías estables en el Parlamento.

La incapacidad de partidos democráticos de imponerse tanto a los elementos autoritarios instalados en la política y en la sociedad, como a una burguesía que había consolidado su poder económico con Bismarck y descreía de la capacidad de los partidos políticos como mediadores eficaces en los conflictos sociales, se puso en evidencia a partir de 1928 cuando, aun antes de la gran desocupación de 1931/1932, y antes de que Hitler y Nazismo fueran una fuerza política importante, aceptaron la designación como Canciller de Heinrich Bruning cuyo poder descansaba en el Presidente Hindenburg y no en una mayoría parlamentaria.

Si bien tanto la forma de designación, sin participación del Reichstag. de Bruning y sus sucesores, como el sistema de gobierno a base de decretos presidenciales que se inició a partir de su asunción, no violaba la Constitución, puso en evidencia la incapacidad de los partidos políticos democráticos para gestionar la crisis y fue, sin lugar a dudas, una precondición a la ruptura del sistema democrático.8

Párrafo aparte merece la falta de apoyo del Partido Comunista (KDP) a la Socialdemocracia impidiendo la formación de gobiernos con sustento parlamentario en las elecciones de 1930 y 1932, lo que provocó, no solo un importante avance de la derecha en la toma de decisiones, sino que además, puso en evidencia la ceguera política de sus dirigentes a la luz del desarrollo que finalmente tuvieron los acontecimientos.

II.III. El Sistema su rol y sus culpas

Si bien la laxitud de los preceptos constitucionales y la incapacidad de los partidos democráticos para cambiar las estructuras de poder sobre las que se sustentaba el antiguo régimen actuaron en contra de la conformación de una democracia sustentable, es imposible analizar al sistema político en forma independiente del germen autoritario que anidaba en importantes grupos sociales de la Alemania de ese entonces, la sensación de traición al pueblo que provoco la firma del Tratado de Versalles, y mucho menos de las consecuencias devastadoras que tuvo la Gran Depresión en la economía alemana, especialmente en lo que hace a perdida de empleos9.

Puestos entonces a definir el papel jugado por el sistema político en el colapso de la Republica de Weimer, resulta evidente que el mismo ha jugado un rol determinante pero no definitorio, por lo que no es posible achacar solamente al sistema las razones del fracaso de la experiencia republicana, como así tampoco hacerlo responsable único de las nefastas consecuencias que se produjeron a partir de dicho fracaso.

III. La II Republica Española (La desmesura al poder)

III.I La Génesis. La relativa bonanza económica que se produjo en España desde la primera década del siglo XX y que se acentuó durante la Primera Guerra Mundial, produjo el éxodo masivo de población hacia las ciudades, especialmente Madrid, Barcelona y las capitales de Provincias. Este contexto de incipiente, aunque parcial, proceso industrializador, termino por minar lo que se denominaba el ”Pacto de la Restauración” entre liberales y conservadores, disminuyendo la importancia del “caciquismo” en función del despoblamiento de las zonas rurales en donde éste concentraba su mayor poder, y provocando el surgimiento de nuevos actores políticos representativos de las clases medias urbanas, de la pequeña burguesía industrial y mercantil y de la clase obrera organizada.

El año 1930 es el año de la liquidación del sistema de partidos de la Restauración, el intento fallido de dirigentes del viejo republicanismo como Lerroux y del nuevo como Alcalá Zamora “de una reedición corregida y aumentada del pacto de elites que dio origen a la Restauración” quedo abortado antes de iniciarse. La ocupación de las calles por las masas republicanas, hicieron imposible cualquier pacto entre republicanos moderados y monárquicos constitucionales. Democracia y republica se convirtieron por esos días en una misma cosa y el movimiento republicano “…Reflejaba un impulso decidido para establecer políticas de movilización, en sustitución del sistema de patrocinio y clientela…. Era el vehículo por el que las masas iban a acceder a la política; representaba a un público amplio y heterogéneo tanto en su lucha contra el inmovilismo político de la monarquía como en su anhelo de encontrar remedio a sus agravios sociales y económicos.”11

La suscripción por parte de todas las fuerzas políticas republicanas del denominado Pacto de San Sebastián, en agosto de 1930, selló el destino de la monarquía, y sin perjuicio de que la totalidad de sus firmantes fueran encarcelados, el triunfo aplastante de las fuerzas republicanas en las elecciones municipales de 1931 provoco la abdicación de Alfonso XIII, su exilio y la proclamación de la República el 14 de Abril de dicho año.
El gobierno provisional presidido por Alcalá Zamora, un republicano de derechas, e integrado por la mayoría de los suscriptores del Pacto de San Sebastián, tuvo que responder desde un principio al ansia general de reformas. Fue así que adoptó las primeras medidas para la reforma agraria, inició las reformas laborales, emprendió la reforma militar, aprobó legislación educativa, puso en marcha el Estatuto provisional de autonomía de Cataluña y llamo a elecciones para la convocatoria a una Asamblea General Constituyente, que se constituyó en julio de 1931 y dio a luz el 9 de diciembre la primera constitución española del Siglo XX, en un clima de euforia generalizada.
Vale recordar como cierre dos frases que anticipan el futuro, justifican el título puesto al presente capítulo y que ponen en evidencia los términos de “todo o nada” en el que se desenvolvió la II Republica. Primero las palabras del Dr. Jiménez de Asúa12, cuando se estaba discutiendo la Constitución: “….Si la República no hubiera venido a mudarlo todo, no merecería la pena haberla traído....”13, y segundo el discurso de Gil Robles, líder de la CEDA en 1933, cuando anticipaba “Apenas se salvará nada de la legislación de la República. En cuanto venga la reacción derechista, que cada día es más terrible por intensa, vendrá una rectificación a rajatabla, no dejando en pie nada.”14
III.II. El desarrollo.
III.II.1. El Marco Institucional. De la misma manera que algunas ideologías, como el anarquismo, seguían vivas en España cuando agonizaban en el resto de Europa, la Constitución de 1931, en vez de abrevar en el constitucionalismo moderno, con un Ejecutivo fuerte capaz de lidiar ante las crisis, es un claro sistema de gobierno por asamblea al estilo revolucionario francés, en donde el único poder elegido directamente por el pueblo era el Parlamento.

En el sistema instaurado por al Constitución, el Parlamento era elegido en forma directa, y este conjuntamente con un colegio electoral cuyos delegados eran elegidos de la misma forma, elegía de manera indirecta al Presidente de la República, quien a su vez elegía en forma personal al Primer Ministro con acuerdo del Parlamento, si bien le otorgaba una cuota importante de poder al Presidente, e incluso le daba la posibilidad de disolver las mismas Cortes que lo habían elegido, era poco recomendable para el pluripartidismo extremo y la polarización del espectro político español.

Si pretendemos que una Constitución sea un espejo en donde la totalidad de ciudadanía se reconoce y que genera sentimientos de pertenencia, el texto constitucional contrariamente a lo expresado fomentaba directamente desde su articulado la división de la sociedad. En un país con una Iglesia omnipresente y con un alto porcentaje de la población de convicciones católicas profundas la Carta Magna iba más allá de una mera separación de la Iglesia del Estado, sino que efectuaba una regulación decididamente parcial del tema religioso15, profundizando la ya importante división existente.

A lo dicho habría que agregar el tratamiento constitucional de la cuestión autonómica. El texto mencionaba la posibilidad de conceder la autonomía a aquellas regiones que así lo solicitaran, pero el articulado no preveía una forma autonómica específica sino que la cuestión recién iba a ser tratada en la Cortes cuando alguna de las regiones hiciera la petición correspondiente.16

Como vemos desde el punto de vista del diseño institucional la Constitución de la II República si bien reflejaba los grandes problemas de la sociedad española, no daba solución a ninguno de ellos. Pecaba, en lo político, de excesivo parlamentarismo para una sociedad altamente politizada y con tendencia al debate infinito, en lo religioso, tomaba decididamente partido por una de las partes, y no fijaba pautas claras sobre como resolver la cuestión autonómica.

III.II.2. Los Actores Políticos. La sociedad Española y el camino autoritario.

Contrariamente a la experiencia Alemana de 1919, la II República tuvo un sistema de partidos “…creados con precipitación, a veces con la única intención de ayudar a la empresa de traer la República, de escasa o nula estructura organizativa, lastrados por el personalismo y con no poca falta de coherencia en sus alternativas programáticas….” 17.

Tan es así, que en el campo de los partidos republicanos se habló siempre del partido de Azaña o del partido Alcalá Zamora, este tipo de organizaciones muchas veces tenían su génesis en círculos intelectuales o eran meras plataformas políticas de individuos. Solo el PSOE era un partido seriamente organizado y recién en el segundo bienio la derecha pudo mostrar una organización de similares características cuando aparece la CEDA.

El sistema de partidos de la II Republica, “…carecía de lo que Giovanni Sartori ha llamado consolidación estructural..”18 por lo que los acontecimientos y los procesos sociales le marcaban la “agenda”, no teniendo capacidad dada su falta de consolidación a para poder canalizarlos institucionalmente. A esta “inmadurez” se le sumaba la existencia de los que podríamos definir (al igual que el caso Alemán) como partidos anti sistema con los cuales se hacia muy difícil acordar y que pregonaban la superación de la República ya sea por derecha o por izquierda.

La relación de las fuerzas políticas con la realidad española durante la República transitó básicamente por cuatro ejes: 1) el conflicto político en torno a forma republicana de gobierno y a la legitimidad del nuevo régimen, 2) la cuestión regional, 3) la cuestión religiosa y 4) los problemas socioeconómicos (el mas importante la cuestión agraria).

En un sistema de partidos sin mayorías absolutas, estos cuatro temas liminares de la España de la II República, hacían que las relaciones y las alianzas variaran según el problema que se tratase. De esta manera existían distintos tipos de mayorías, una para el tema gubernamental, otra para el tema regional, una distinta para el tema religioso y otra para la toma de posición ante problemas socioeconómicos. Esto es lo que hace afirmar a Santiago Varela, en el artículo referenciado, que cualquier discusión que involucre los temas enumerados, y había muy pocos que no los incluyeran, obligaba a establecer distintas alianzas por lo que el quiebre o ruptura de una coalición de gobierno podía producirse ante cualquier discusión política.

Durante el período de 1931 a 1933 y con el primer Gobierno provisional surgido del Pacto de San Sebastián, se inicia un proceso inicial de depuración a partir de la definición religiosa, que como ya vimos adoptó la Constitución de 1931, y que provocó la separación del gobierno de la Derecha Liberal Republicana de Alcalá Zamora y de Maura.

Tras este primer proceso y a partir de las elecciones en diciembre de 1931, se produjo el alejamiento de los radicales de Lerroux que pretendían un gobierno exclusivamente republicano excluyendo a los socialistas ya que había llegado, según el criterio de Lerroux, la hora de prescindir de éstos. Tras este último desprendimiento asumió el gobierno la colación integrada por el PSOE, preocupados por la aplicación urgente de una reforme agraria, los Nacionalistas Catalanes que luchaban por la autonomía de la región, y los radical-socialistas, cuya bandera eran los cambios culturales y la lucha contra la Iglesia Católica.

Esta coalición se articuló alrededor un partido de los llamados personalistas que era Acción Republicana de Miguel de Azaña, dado que ninguna de las tres fuerzas políticas contaba con la cantidad de diputados suficientes para lograr los objetivos planteados por si solos. En estos términos la coalición se estableció y funcionó sobre una triple necesidad de apoyo y sucumbió cuando los Radical-Socialistas se opusieron a secundar la iniciativa del PSOE de reforma agraria, a mediados de 1933.

Las elecciones de 1933, alumbraron como ganador a un nuevo actor político, la CEDA, primer partido de masas de la derecha española, liderada por Jesús Gil Robles. No obstante, al igual que el PSOE en el primer bienio, la CEDA carecía de la cantidad de diputados suficientes para formar gobierno por si sola. De esta manera se produjo un esquema equivalente, en cuanto a las dificultades para generar mayorías constitucionales, al que se había producido en el bienio anterior. A esto se sumo la suspensión de la autonomía catalana, tras el fracasado levantamiento revolucionario de los socialistas ocurrido en 1934, con lo que se hizo imposible lograr una mayoría regional. Ante esta situación el Presidente Alcalá Zamora tuvo que recurrir a la solución de gobiernos técnicos con apoyo exclusivo de la Presidencia sin voto de confianza del parlamento (se repite una situación similar a la Weimar). En este período el Partido Radical haría las veces de partido articulador. Cuando en 1935 un escándalo de estraperlo provoca la descomposición interna del Partido Radical, se torno imposible la posibilidad de cualquier tipo de coalición estable.

En las elecciones de 1936, la izquierda republicana logro unificar a todos los partidos de ese espacio político, incluso al reticente Partido Comunista Español, que experimentada en dicho periodo un rápido desarrollo. Con esta inclusión el ala moderada del PSOE, encabezada por Indalecio Prieto, logró evitar la ruptura del partido ante las posiciones mas extremas de Julián Besteiro, “… Solo el impenitente Largo Caballero se pronuncio contra esta política de unidad: sin embargo como Prieto y otros dirigentes que secundaron la línea maximalista de 1934 había recuperado al fin su sentido común a la vista de los desastrosos resultados de la revolución de octubre, los socialistas ( en su totalidad) aceptaron finalmente firmar el manifiesto de enero de 1936, en el que se ponían las bases de la coalición del Frente Popular, que comprendía fuerzas republicanas de izquierda y proletarias…”19 .

En las elecciones de febrero de 1936, con el triunfo del Frente Popular, el partido Acción Republicana, ocupó una posición muy similar a la que ocupara el Partido Radical durante el bienio derechista. Ya que el PSOE, ni como principal partido de la coalición de gobierno ni en alianza con otros partidos de la izquierda obrera, asumió la responsabilidad de gestión gubernamental, limitándose a apoyar desde afuera con sus votos a la gestión de Miguel de Azaña.

Es evidente que este alejamiento de la responsabilidades de gobierno por parte del principal partido político de la coalición gobernante fue un factor importante de inestabilidad y debilidad del Frente Popular, lo que sumado al revanchismo que se generó a partir de las medidas tomadas por la derecha en el bienio anterior, el accidentalismo politico20 de la mayoría de los partidos integrantes de la coalición opositora liderada por la CEDA (especialmente los monárquicos de Calvo Sotelo), el papel histórico que jugó el ejercito en la vida política española, el tema religioso, la cuestión autonómica y la excesiva polarización de la sociedad generaron una sensación de inevitabilidad del conflicto, que al poco tiempo terminó estallando.

III.III. El sistema su rol y sus culpas.
Sin perjuicio del los problemas estructurales de España tanto en lo económico como en lo social, esto es desarrollo incompleto y falta de integración, sin duda el gran problema de la II Republica fue político y radico “en la debilidad de consenso republicano21”. No existía en España un acuerdo dentro del espectro político acerca de que clase de Republica se deseaba a tal punto que hubo un ardua discusión en la redacción del articulo 1ro de la Constitución por si debía ser una Republica “a secas” o una República de trabajadores, siendo que esta discusión no era en aquel contexto “meramente semántica”22.

Esta diferencia en cuanto al tipo de Republica, no solo se produce entre los integrantes de las distintas coaliciones, sino que hacia 1936 se hizo evidente que en el seno de la coalición gobernante y mas precisamente dentro del PSOE se manifestaban serias diferencias en cuanto a la Republica deseada, entre el ala sindical junto con los sectores mas a la izquierda y los seguidores de Indalecio Prieto.

Si bien algún análisis encuentra en 1936 indicios de que los actores políticos finalmente se iban agrupando en torno a grandes alternativas políticas, características de la democracias occidentales23, parecería que dicho agrupamiento lo era en torno a conceptos de Republicas muy distintas entre si, por lo que esta falta de definición en cuanto a la Republica deseada, y la imposibilidad de los actores políticos de lograr un consenso sobre un tema tan liminar, permitiría concluir, a nuestro entender, que el rol desempeñado por el sistema político ha sido decisivo en el trágico desenlace de la II Republica.