jueves, 13 de diciembre de 2012


Revolución Industrial y Reforma Política.

¿Se puede sostener que la Reforma Parlamentaria de 1832 en Gran Bretaña fue, en parte, consecuencia de los cambios estructurales y sociales promovidos por la llamada Revolución Industrial

No se puede hablar de Reforma Parlamentaria en Inglaterra durante el Siglo XIX, y mucho menos entenderla si no efectuamos una sucinta introducción al papel que las ideas liberales jugaron en el desarrollo de los acontecimientos que culminaron con la reforma de 1832.

El liberalismo ingles nació en el Siglo XVII, luchando por la libertad de conciencia y la resistencia del Parlamento a la autoridad arbitraria de Rey, y para el período en estudio, es decir fines del Siglo XVIII y principios del XIX, contrariamente a lo que sucedía en la Europa continental, se encontraba firmemente consolidado. Sin embargo, no obstante que  los valores propios de la Gloriosa Revolución se encontraban firmes, el partido Whig que aun en la guerra de independencia americana estuvo dispuesto a defender dichos principios y que asumió el rol histórico de mantener la tradición liberal, no parecía dispuesto a extender la base de sustentación del sistema, como quedaría demostrado ante las distintas propuestas de reformar el Parlamento.[1]

Esta contradicción dentro de las ideas liberales sustentadas por el partido Whig, va a concluir, en un primera etapa, con la reforma de 1832 que elimina los llamados “Burgos podridos”, para continuar con la modificación de 1885 por la cual se estableció el límite de un representante por distrito, y eliminó el resabio corporativo de la representación de las universidades, culminando finalmente en 1928 con el establecimiento formal de la universalidad del sufragio.

Ahora, bien cuales fueron las razones que precipitaron la inicial reforma de 1832, y si esta obedeció a los acontecimientos acaecidos en las antiguas colonias americanas y el estallido de la Revolución Francesa, o al nuevo mapa demográfico ingles (aumento poblacional en las regiones del  norte como Manchester y Birmingham) y el surgimiento tanto de una burguesía industrial como de una clase media de comerciantes y profesionales, producto de los cambios fenomenales que produjo la Revolución Industrial iniciada en la segunda mitad del Siglo XVIII, es una discusión entre los historiadores del período.

Si tenemos en cuenta que la fecha tentativa de inicio de la revolución industrial (según Eric Hausbawn es 1750), y de la revolución de las colonias americanas en 1776, nos encontramos con una escasa diferencia de veintiséis años. Esta contemporaneidad de los acontecimientos no hace fácil la tarea de diferenciar cual de los hechos tuvo una importancia mayor en la reforma política que se produjo en 1832., sin embargo, nos atrevemos a adelantar que en el campo de la política no basta la existencia de hechos objetivos, como pudieron ser los fenómenos económicos y poblacionales de la revolución industrial, para definir un cambio institucional de envergadura, hace falta además, la existencia de una sólida base ideológica y doctrinaria en el campo de las ideas que presione para plasmar en instituciones la nueva realidad económico social que se estaba produciendo.

·        La Reforma desde las ideas
Hacia fines del Siglo XVIII, la oposición al gobierno de William Pitt, estaba encabezada por los liberales Whigs, liderados por Charles William Fox que, como se dijo mas arriba en el presente trabajo, había apoyado los reclamos de representación de los colonos americanos, como así también abogaba por la prohibición del comercio de esclavos. Pero lo que mas incomodaba al oficialismo Torie era su causa a favor de “…la reforma del sistema parlamentario, que suponía una transformación del sistema electoral inglés, por la cual se buscaba erradicar los llamados Rotten Bouroughs, distritos electorales sobrerepresentados. Estos burgos y condados constituían, según esta facción reformista, una de las fuertes inconsistencias del sistema de representación política…” [2] 

Si bien la idea de la reforma era bandera del partido Whig, la misma no implicaba un cambio de estructuras que rompiera con el sistema aristocrático vigente, ya que si bien el nuevo esquema electoral que se proponía, buscaba incluir los nuevos condados con mayor peso poblacional surgidos a partir de la revolución industrial, en lo que hace al sufragio las reformas que se impulsaban resultaban limitadas en cuanto a su universalidad, manteniendo la impronta aristocrática en el manejo de la cosa pública.[3]

Las ideas que cuestionaron la esencia del sistema aparecieron en círculos extra parlamentarios que se rebelaron contra la monarquía y el establishment político en consonancia con el espíritu revolucionario que por ese entonces emergía en Francia y se los denominó Radicals. Estos círculos adherían firmemente al ideario revolucionario francés, siendo sus principales referentes Richard Price, Thomas Paine, William Godwin y William Spence[4]. Las ideas radicales, lograron irradiarse a un amplio numero de intelectuales británicos y con posterioridad a buena parte de la opinión pública, sin embargo el inicio del periodo Jacobino en Francia y posteriormente  las guerras napoleónicas fueron utilizadas por el gobierno Torie  como excusa para postergar cualquier modificación al sistema, tanto las impulsadas por los sectores reformistas Whigs, como aquellas promovidas por los grupos Radicales.

Durante la primera década del Siglo XIX, y en forma contemporánea con el final de guerra con Francia, surgió en el campo reformista una corriente de pensamiento identificada con el ideario revolucionario francés pero que intentaba construir un sistema garantizara el ejercicio de libertades políticas y la ampliación del derecho al voto, evitando las manifestaciones violentas y el terror Jacobino que emergió de la Revolución Francesa. El ideario de esta corriente era plasmado en publicaciones como Westminster Review, siendo sus referentes los denominados utilitaristas o Radicales Filosóficos, entre los que destacaban Jeremy Bentham y James Mill.

La vertiente utilitarista se diferenciaba radicalmente tanto de las posiciones un tanto conservadoras de los  Whigs tradicionales, como de la vertiente  liberal de estos últimos (Foxties) , ya que proponía un sistema republicano de gobierno con un legislativo unicameral democráticamente elegido, lo que implica romper con la estructura aristocrática/monárquica, abogando al igual que Thomas Hardy y Francis Place por la eliminación del criterio de “propiedad” y educación como condición para  el ejercicio de la participación política.[5]

Como surge de lo expuesto la reforma parlamentaria era una cuestión instalada dentro de las ideas políticas de la época en Inglaterra, y en dicha instalación tuvo mucho que ver tanto el ideario revolucionario francés como el andamiaje ideológico institucional que se había construido en las antiguas colonias de Norte América.

·        La Reforma desde lo socioeconómico
Siendo que el presente no es un trabajo de historia económica, no nos detendremos en el análisis de los factores desencadenantes del proceso industrial ingles de la segunda mitad del Siglo XVIII, pero resulta necesario efectuar un pequeña enumeración de las consecuencias sociales que emergieron  a partir de los cambios en el sistema productivo provocados por la Revolución Industrial. 

Entre los cambios que nos interesan para el análisis que estamos efectuando sobresalen dos: a) El proceso migratorio interno que despobló las zonas rurales en beneficio de los nuevos asentamientos urbanos del norte, especialmente Manchester, Liverpool y Birmingham y b) El surgimiento tanto de una burguesía cuyo poder no radicaba en la propiedad de la tierra, como de una clase media ( middle rank) mercantil, profesional, y prestadora de servicio que creció a la sombra de las necesidades surgidas de la industrialización.

Los fenómenos expuestos llevaron al Parlamentario Whig Sir James Mackintosh a afirmar “… The great impulse given to English industry in the middle of the eighteen century has revealed the disparity between the old system of representation and the new state of society and had left the new manufacturing interest without adequate representation in parliament…” [6].

Historiadores de la talla de Arnold Toynbee que atribuyo la reforma de 1832 a la influencia de los obreros y su concentración en las ciudades de mayor tamaño o de George Stead Veitch, que en su obra The Genesis of Parliamentary Reform, que aseguró que la revolución industrial hizo la reforma parlamentaria inevitable[7], sustentaron desde lo historiográfico el concepto de considerar a la reforma como un desprendimiento lógico del proceso de industrialización. No obstante estudios más recientes y específicos intentan poner en crisis dicha afirmación.

Roland Quinault, en el trabajo referenciado, efectúa un análisis de la situación del parlamento en su constitución  previa a la reforma, llegando a la conclusión que en lo que respecta a la representación de los nuevos actores económicos y sociales emergentes del proceso de industrialización, dichos sectores se encontraban relativamente bien  representados en los votantes. Tal es asi que, hacia 1750 había aproximadamente 282.000 electores en Inglaterra y Gales, los cuales representaban apenas una sexta parte de la población adulta de dichas regiones, sin embargo dicho electorado era representativo de la población, y estaba compuesto en una tercera parte por artesanos, un quinto por trabajadores medianamente preparados, y el resto por representantes de la clase media comerciantes profesionales, siendo los grupos mas numerosos el de los comerciantes y el de los artesanos , lo que reflejaba el carácter comercial de una Inglaterra que ya que se prepara para  ingresar en la revolución industrial.[8]       

Distinta situación se verificaba en lo que respecta a los miembros del parlamento, ya que  hacia 1820, el 70% de sus miembros eran grandes propietarios de tierras cuyas bancas habían estado en poder de sus familias por varias generaciones, lo que pone en evidencia la contradicción que de que durante la revolución industrial el parlamento se encontrara compuesto por miembros de las familias mas ricas, tradicionales y con mayor influencia social en Inglaterra y no por aquellos  emergentes del nuevo proceso económico en marcha. Sin embargo,  la pertenencia a la aristocracia no los hacia ciegos a la realidad y aceptaban en su mayoría que la  industria y los intereses comerciales debían tener un peso sustantivo al momento de tomar decisiones políticas, si bien todavía ocupaban un segundo plano detrás de los intereses de los terratenientes.

El Primer Ministro Lord Liverpool manifestaba en un discurso: “In a commercial country like this, the manufacturing and commercial interest aught to have considerable weight, second only to the land interest in the  Commons”[9], de lo que se desprende claramente que la clase política tenia conciencia del proceso que se estaba produciendo y la importancia que el mismo tenia para los intereses de Inglaterra, aunque aún se resistiera a reconocer que su importancia era capital.

El expuesto problema de integración de los Comunes, tenia una relación directa  con la falta de representación de algunas grandes ciudades, cuestión que se arrastraba desde la edad media[10] y  con los denominados “rotten boroughs”, que eran “feudos” electorales con una población mínima hacia el periodo que nos ocupa, y que sirvieron durante generaciones al sostenimiento de verdaderas dinastías parlamentarias[11]. Hacia 1801, cinco de las veinte mayores ciudades de Inglaterra, no tenían representación parlamentaria, ellas eran: Manchester, Birmingham, Leeds, Sheffield y Paisley[12], pero si tenían representación todas las ciudades industriales del East Midlands, como Nottingham, Leicester y Derby, que habían sido burgos desde la Edad Media.

Según Quinault, las elites políticas de las grandes ciudades sin representación, no mostraban demasiado interés en la reforma parlamentaria, ya que temían que cualquier modificación del status quo alterara las condiciones dentro de las cuales habían tenido un extraordinario crecimiento en el curso del último siglo. La reforma era básicamente sostenida por aquellas ciudades que si bien tenían representación carecían de poder dentro del Parlamento[13].

Como ocurre con frecuencia en la historia, no son los periodos de bonanzas durante los cuales se producen los cambios estructurales, sino en los momentos de crisis económica, e Inglaterra no va ser una excepción en ese sentido. Durante la depresión económica que se produjo al finalizar las guerras napoleónicas en los distritos industriales del norte revivió el interés por la reforma parlamentaria. La represión, por parte de la caballería,  de una manifestación a favor de la reforma en la plaza de St. Peters en Manchester que dejo de saldo 11 muertos, y cientos de heridos[14], despertó nuevamente el interés del partido Whig por la reforma parlamentaria, logrando que se transfiera la representación de alguno de los burgos podridos a favor de ciudades industriales (las bancas correspondientes a Grampound fueron transferidas a Yorkshire). Sin embargo ni Manchester ni Birmingham lograron ese objetivo.

Fue recién en 1830, y luego de la caída de Carlos X del trono de Francia que la cuestión de la reforma se instaló definitivamente en la agenda política inglesa, lo que hizo manifestar al Secretario del Interior Peel  que lo ocurrido en Paris“… Is producing its natural effect in the Manufacturing districts here, calling into action the almost forgotten Radicals of 1817 and 18 19...”. Fue así, que la sucesión de huelgas e incendios tanto en los distritos industriales como en la campaña a partir de 1830, convenció a los miembros moderados del Parlamento que la reforma era inevitable.[15]

Finalmente con el dictado del Acta de 1832, se amplio la representación a los distritos industriales y se agrando la base electoral incluyendo a los padres de familia, comerciantes y los que tuvieran una renta 10 Libras[16], dando así, inicio a un proceso que culminaría recién  hacia 1928, con el establecimiento del voto universal de los adultos.

·        Conclusión
Después de lo expuesto es imposible negar la influencia que tuvo la revolución industrial en el dictado de la reforma parlamentaria, no obstante lo cual, las lecturas efectuadas nos llevan a coincidir con Quinault, en el sentido que el estimulo a los movimientos reformistas provino básicamente de los acontecimientos políticos que se produjeron en América y en Francia[17], ya que la cuestión de la representación con relación a los distritos de mayor población ya era un problema con anterioridad a 1750, y por otro lado la lucha por ampliar la base electoral con anterioridad a 1830, solo se produjo en los distritos industriales en los momentos recesivos de la economía.  

Sin perjuicio de lo expuesto creemos que es necesario no perder de vista que la reforma parlamentaria forma parte de la historia política, y cuando hablamos de historia política hablamos de hombres, hombres tomando decisiones y haciendo apuestas dentro del marco de la época en que les toco vivir, y en ese sentido resulta descabellado pensar que la descomunal transformación social y económica originada por la irrupción de la revolución industrial, no haya influido en las decisiones que debieron tomar aquellos hombres.

Resumiendo, resulta claro que las ideas continentales, que cada vez entraban con más fuerza a las islas, y la irrupción del fenómeno industrial. con todas sus consecuencias en los social, y  lo económico, presionando en forma conjunta sobre un sistema que se había mantenido inalterado durante los últimos ciento cincuenta años, no dejo otra alternativa a los actores políticos, que el reconocimiento en el marco institucional del Parlamento de la nueva realidad, y ese reconocimiento se plasmo inicialmente en el Acta de 1832.


[1]Alan Bullock  y  Maurice Shock, The Liberal Tradition, from Fox to Keynes Introduction,  pag. 20.

[2] Klauss Gallo, Revolución y Reforma: el legado francés en la cultura política británica (1789-1832) Revista Estudios Sociales Nª 26  pagina 146. Ediciones UNL.

[3] Ibidem, pagina 146

[4] Ibidem, pagina 148

[5] Ibidem, pagina 154 y 158

[6] Roland Quinault, The Industrial Revolution and British Society, Chapter 8 The Industrial Revolution and Parliament Reform, Cambridge University 1993, pagina 184

[7] Ibidem, pagina 185

[8] Ibidem pagina 186

[9] Ibidem pagina 188.

[10] Durante muchísimo tiempo no hubo interés de la población de Manchester o Leeds, en tener representación en el Parlamento, ya que aquellas ciudades  representadas tenían una tasa impositiva mas alta. Durante siglos Manchester y Leeds fueron los “villages” mas grandes de todo el Reino.

[11] También se los denominaba “ pocket bouroughs”, ya que la escasa población respondía directamente al terrateniente  local por lo que “literalmente” èste tenia al electorado en su bolsillo.

[12] No tenían representación directa pero si la tenían como integrantes del condado al que pertenecían.

[13] Roland Quinault, The Industrial Revolution and British Society, Chapter 8 The Industrial Revolution and Parliament Reform, Cambridge University 1993, página 192.

[14]  El episodio es conocido como “Petersloo Masacre”, a partir de ese episodio el gobierno desistió de volver a utilizar a la caballería para reprimir manifestaciones.

[15] Roland Quinault, The Industrial Revolution and British Society, Chapter 8 The Industrial Revolution and Parliament Reform, Cambridge University 1993, página 197

[16] A partir del aumento de los ingresos de la clase trabajadora la base electoral se amplió enormemente en los 20 años posteriores a la reforma. 

[17] Roland Quinault, The Industrial Revolution and British Society, Chapter 8 The Industrial Revolution and Parliament Reform, Cambridge University 1993, página 200

lunes, 22 de octubre de 2012

NI MAGNETTO, NI CRISTINA


Yo no voy a defender, a esta altura de mi vida a los medios de información monopólicos, ni mucho menos a un gobierno  neo-cardenista, como el actual. Digo que AMBOS MIENTEN cuando dicen que están por "la Libertad de Prensa", o la "Libertad de Expresión". Todos sabemos que la lucha es por monopolizar los medios -TODOS- o manejarlos a TODOS por intimidación, para moldear la opinión pública. Lo máximo que se puede pedir al sistema capitalista, es la "Libertad de Empresa Periodística", y ESA es la libertad que hoy el gobierno de CFK quiere liquidar. Dicen que los elefantes, cuando se pelean, aplastan a las hormigas, pero también las aplastan cuando hacen el amor, ¿o nos olvidamos cuando el Tuerto y Magnetto se daban besos de lengua en público?. Aunque parezca una lucha ajena entonces a nosotros -el "pueblo a pata"- SÍ nos incumbe, pues cuando NI siquiera exista la Libertad de Empresa, estaremos mucho mas expuestos al capricho de los dictadores. A NO confundir, entonces gordura con hinchazón.
Cambiar a MAGNETTO por la troika VILA-MANZANO-SPOLSKY, no me parece un cambio muy progresista que digamos. 
Con algunos retoques el transcripto es un texto de mi amigo Raúl Rioboo

miércoles, 3 de octubre de 2012

LOS DORADOS VEINTE


LOS DORADOS VEINTE- LA DÉCADA RADICAL

Como se explica la performance de Argentina en la pos guerra.

La razones que explican la fuerte recuperación de la economía argentina durante la década de 1920, pueden dividirse en dos grupos, primero aquellas que tienen origen en decisiones de política económica internas, propias de los gobiernos radicales que ocuparon el ejecutivo de 1916 a 1930, y segundo aquellas que tienen origen en el contexto internacional, producto de  los efectos producidos por  el inicio de la Primera Guerra Mundial  y el  esquema internacional que alumbrara al término de la gran guerra.

Es imposible explicar la recuperación económica de los años veinte sin hacer referencia a las consecuencias que tuvo en nuestro país el inicio de la Primera Guerra, ya que el racionamiento producido entre 1914 y 1918 en lo que hace a la oferta de bienes importados y la escasez de fletes disponibles para el comercio provocó, por necesidad, el inicio de algunas actividades industriales. Esta incipiente producción industrial, estuvo liderada por la industria textil aprovechando el algodón chaqueño, y la industria metalúrgica proveedora de insumos para la construcción, a las cuales cabe sumar los rubros clásicos de la Argentina, que son aquellos derivados de su producción agropecuaria como frigoríficos, molinos, fabricas de conservas  etc. y la industria petrolera que paso a abastecer las dos terceras partes del consumo interno.[1]

Aclarado  en forma básica el escenario previo intentaremos enumerar las razones y los acontecimientos que explican la recuperación de la economía argentina en la década de veinte:

1)     Aumento de la demanda interna.

La situación bélica provoco un brusco descenso  de los flujos migratorios ultramarinos, que ya no volverían a tener el ímpetu de otras épocas, lo que sumado a un crecimiento vegetativo de la población mucho mas maduro, provocó un aumento de los salarios que derivo en una mejora en la distribución del ingreso.

Este nuevo escenario permitió que, a medida que las consecuencias de la guerra fueron desapareciendo, el motor de crecimiento industrial  deja de ser la oferta, transformando a la demanda en la nueva  locomotora de un mercado que hacia mediados de la década, era el mayor de América Latina, superaba al de Australia y tenia un tamaño similar al de Canadá.

Esta expansión del mercado  permitió el surgimiento de nuevas industrias  para satisfacer la demanda de bienes no durables, mientras que los bienes durables eran provistos mediante la importación. Un claro ejemplo del proceso dinamizador iniciado a partir del aumento de la demanda es el parque automotor que en la década paso de 67.000 vehículos en 1921 a 411.000 en 1929, mientras que idéntico año el parque automotor de Chile, Uruguay Venezuela, Perú, Colombia, Bolivia, Ecuador y Paraguay sumaba en su conjunto apenas 131.000 unidades[2].

Dentro de las razones que permitieron un mejoramiento del poder de compra de los salarios  habría que incluir algunas medidas tomadas por el gobierno como el  congelamiento de alquileres decretado en el periodo, y otras producto de la coyuntura internacional  como  la disminución del precio de la carne (producto de la crisis ganadera mundial de 1921 – 1924)[3].

2)     Medidas gubernamentales.

Entre las medidas tomadas por los gobiernos radicales tendientes a favorecer el crecimiento, debemos citar: a) El ajuste de las tarifas de avalúo aplicado por M.T de Alvear, que de alguna forma, al encarecer al importación favoreció la industria local, y b) Una mayor injerencia del estado como mediador en los conflictos laborales, tendiente ha evitar episodios vividos en los interno, como la Semana Trágica o por temor a situaciones que se dieron en lo externo como la revolución Rusa. La intervención estatal en la resolución estos conflictos tuvo, la mayoría de las veces, un desenlace a favor de los trabajadores[4]

3)     Panorama Internacional

Contrariamente a la situación que se había vivido hasta el inicio de la guerra, Inglaterra dejo de ser el proveedor de los bienes industriales que el nuevo mercado argentino exigía, por o que, a partir de 1918, el comercio internacional argentino dejo ser bilateral (Argentina/Inglaterra), para transformarse en triangular. Argentina exportaba productos primarios a sus compradores europeos habituales, pero ya no adquiriría productos industriales, ni bienes de capital a Inglaterra. La incipiente clase media argentina exigía productos que eran producidos con más eficiencia y a menor precio por los EE.UU.

Como ejemplo de lo expuesto vale hacer mención que mientras las exportaciones a EE.UU. eran el 9% de las exportaciones totales de Argentina, las compras efectuadas a  la nueva potencia sumaban el 25% de las importaciones totales del país, lo que demuestra que la ahora mas compleja sociedad argentina exigía productos producidos por la potencia emergente, mientras que la producción Argentina tenia muy poco que ofrecer a los EE.UU[5]

Esta situación triangular se pudo sostener durante todo  el periodo en análisis, en función de la existencia de  un orden mundial basado en el multilateralismo comercial y la convertibilidad plena de las monedas. El abandono de este esquema provocaría el derrumbe del modelo, como terminó sucediendo a partir de la gran depresión.

4)     Aumento de la participación argentina en mercado de cereales

De lo expuesto hasta e momento surge un escenario en donde el consumo y la incipiente industria demandan la importación de una importante cantidad de   bienes terminados, de insumos y de bienes de capital respectivamente, por lo que la pregunta clave a responder es si las exportaciones agropecuarias generarían suficientes divisas para sostener este proceso.

Si bien, afortunadamente para Argentina los préstamos e inversiones directas de los EE.UU. compensaban de alguna forma el déficit que se producía, una serie de factores internacionales sumados a algunos procesos internos de mejoras en productividad ayudarían para poder cerrar el círculo virtuoso de la economía.

Como ya se ha dicho en el presente trabajo, para 1914 se había alcanzado el límite de la frontera agropecuaria, sin embargo, y por motivos que se explicaran,  para 1928 Argentina había ampliado de manera importante su participación en el mercado internacional de granos. Evidentes demostraciones de este proceso son  los casos del maíz y el lino que para 1928 alcanzaron  con una participación del 70%, y 80% respectivamente, a lo que había que sumar una participación del 40% en la carne y un 20% en el comercio mundial de trigo hacia finales de la década[6]. Como se ve, si existió algún momento en que Argentina pudo ser considerada como el granero del mundo ese fue el periodo en que ejerció la presidencia Marcelo T. de Alvear.

La situación expuesta se explica por dos tipos de fenómenos que se produjeron en el periodo, 1- En el plano internacional durante la década del veinte la agricultura de Unión Soviética aun no se había repuesto de la guerra civil, y los países de la cuenca del  Danubio seguían padeciendo las secuelas del desastre producido por la Gran Guerra, y 2- En el plano interno se produjo un importante aumento de de la eficiencia y la productividad en el rendimiento de los cultivos de la pampa húmeda.

Como ya se dijo mas arriba aproximadamente para mediados de la década del diez Argentina había alcanzado el límite de su frontera agropecuaria por lo que el aumento de la producción que permitió abastecer el mercado mundial de granos no provino de la incorporación de nuevas tierras al proceso de producción como sucedió en la época de oro del modelo agro exportador. El importante aumento de la productividad se debió al proceso de tecnificación que, ayudado por la disponibilidad de petróleo, se había desarrollado en el litoral fértil del país. Un ejemplo claro de esta situación es el análisis comparativo del parque de tractores y de cosechadoras que había pasado de 797 cosechadoras y 253 tractores en 1917/18 a 28.000 cosechadoras y más de 16.000 tractores una década mas tarde[7].

Conclusión

Resumiendo las razones que explican la recuperación de la economía argentina en la década del veinte se podrían resumir esquemáticamente en las siguientes:

·        Aumento de la demanda interna producto de mejoras salariales y mejor distribución del ingreso.
·        Aplicación incipiente de algunas medidas proteccionistas
·        Aprovechamiento del comercio multilateral y la convertibilidad monetaria
·        Ingreso de capitales provenientes de EE.UU.
·        Problemas en la economías agrícolas de clima temprano del centro de Europa
·        Aumento de la participación en el mercado internacional de granos, producto de mejoras tecnológicas. 


[1] Pablo Gerchunoff  “Causas y Azares …En mas de un siglo de historia económica argentina” en “Argentina” 1910-2010 Balance del siglo”, obra compartida pag. 118/119 Roberto Russell (Editor) Alfaguara 2010.
[2]  Ibidem Pagina 119.
[3] “.“La Ecomomia Argentina entre la gran guerra y la gran depresión” Pablo Gerchunoff - Horacio Aguirre, Oficina de la CEPAL en Buenos Aires, Mayo 2006, pagina 51
[4] Ibidem pagina 51.
[5] Pablo Gerchunoff  “Causas y Azares …En mas de un siglo de historia económica argentina” en “Argentina” 1910-2010 Balance del siglo”, obra compartida pag. 120 Roberto Russell (Editor) Alfaguara 2010
[6] Ibidem pag. 122
[7] Ibidem Pagina 123.

martes, 8 de mayo de 2012

EL CENTENARIO OLVIDADO

En la vorágine de este comienzo del año, que incluyó la muerte de 51 personas en un accidente de tren, la denuncia por corrupción del vicepresidetente de la Nación, los 30 años de la guerra de Malvinas y el olvido de los tres acontecimientos por re estatización de las acciones de Repsol en YPF, quedo fuera del “relato”, una fecha liminar de nuestra historia y que es la base de los acontecimientos mas importantes del Siglo XX en la Argentina.

Sin que Felipe Pigna, ni Pacho O’Donell, ni Beatriz Sarlo hagan ningún comentario al respecto, ni que la prensa tradicional (me refiero a La Nación nada espero del resto), publicara nada, como así también sin que se haya impuesto un feriado por única vez (como en el día del primer izamiento de la bandera), es más sin que se hiciera un spot publicitario alusivo, transcurrió sin pena ni gloria por la vida de los Argentinos el 10 de febrero de 2012.

Pero lo que es peor, el 10 de febrero de 2012, transcurrió sin que la Unión Cívica Radical, ni el Partido Justicialista, ni el Socialismo, hicieran el mas mínimo comentario, siendo como, es la fecha que rompió con lo que Natalio Botana, denominara como el “Orden Conservador” en la Argentina.

Será que el 10 de febrero de 2012, no hubo nada que recordar o que lo sucedido cien años antes de esa fecha no es funcional al modelo que se intenta. Será que la construcción de ciudadanía, expresada en la noción de: “una persona un ciudadano un voto”, que hace cien años logro triunfar contra modelos oligárquicos que si bien se consideraban a si mismos liberales tenían importantes resabios corporativos propios de antiguo régimen, no es útil al proyecto hegemónico ni para el establecimiento de una democracia plebiscitaria que no admite grises como la que se intenta. Será que lo logrado en aquella fecha no puede considerarse una gesta por no tener la heroicidad de las armas, ni el romanticismo de las grandes manifestaciones populares. Todo puede ser, .pero déjenme decirles:

LA LEY 8871 DE VOTO UNIVERSAL Y SECRETO CONOCIDA COMO LEY SAENZ PEÑA QUE FUERA SANCIONADA POR EL CONGRESO EL 10 DE FEBRERO DE 1912 ES LA PIEDRA ANGULAR (los que no saben de donde viene la expresión averiguen) SOBRE LA QUE SE SOSTIENE EL CONCEPTO DE CIUDADANO Y SOBERANIA POPULAR EN LA ARGENTINA, ES LA LEY QUE PERMITIO EL ACCESO DE LOS HIJOS DE LOS INMIGRANTES AL PODER EN 1916, DE LAS MASAS TRABAJADORAS EN 1946, Y QUE CON EL AGREGADO DEL VOTO FEMENINO DEFINE EL SISTEMA ELECTORAL ARGENTINO HASTA EL PRESENTE, POR LO QUE MERECE NO SOLO UNA DISCUSIÓN HISTORIOGRAFICA COMO LA DEL BICENTENARIO, O UN RECUERDO COMO LA GESTA DE MALVINAS, SINO UN RECONOCIMIENTO INSTITUCIONAL Y POPULAR QUE NO ENTIENDO PORQUE NO SE LE HA DADO.

Valgan estas pobres líneas como homenaje a esos personajes de principio de Siglo que si bien llegaban con carruajes al Congreso y vestían con levita y galera REVOLUCIONARON la política argentina.

viernes, 27 de abril de 2012

La década perdida?



Política y Petróleo

Me pregunto, después de una década de aplicación de una política energética. Que incluyó retenciones a las exportación para garantizar el precio a nivel local, ayuda crediticia para la inclusión en YPF de un socio local Ezkenazi ( se escribe así?), libre disponibilidad de dividendos, de manera tal que Eskenazzi ( o así?) pudiera pagar el crédito que había asumido, resulta que : 1) El litro de nafta vale un 10% mas que en cualquier país de Europa, que obviamente no produce petróleo ( evito poner el precio de EEUU para no parecer demasiado gorila), y 2) Acusamos YPF de no realizar las inversiones, cuando se supone que el Grupo Eskenazi ( o como sea) siendo que es 100% argentino iba garantizar la inversión. , 3) Importamos gas a un 50% mas caro que lo que paga el consumidor, (de la diferencia se hacen cargo todos aun lo que no tienen gas), 3) Importamos gasoil porque sino no se puede levantar la cosecha.

Evitemos el doble discurso y reconozcamos aunque sea para adentro (no pido mea culpa publica para el escarnio de la Corpo) que hemos errado la política energética y Argentina esta produciendo muchísimo menos que durante la década innombrable.

Control de importaciones y política industrial

Siempre tuve miedo de los gobernantes que antes de asumir confiesan, casi con orgullo, que nunca salieron del país, porque, en general, equivocan el diagnostico y no terminan de entender como funciona el mundo en los últimos 40 años.

Si la política de substitución de importaciones del país es Moreno, sentado arriba de las Declaraciones Juradas obligando a los importadores a asociaciarse o pagar comisión a un exportador histórico para poder traer un producto, la Argentina esta consolidando su modelo agro-exportador.

Si el sueño del gobierno es volver a fabricar el Torino, vamos por el mal camino.

Aquí otra vez se cuela el doble discurso, el tema es que no hay dólares y hay que cuidarlos, porque esos nos lo puede imprimir el BCRA ni aun con la reforma, y no hay dólares porque durante los últimos 9 años se aplicó un política pro cíclica, ( ya que tengo gasto), muy contraria a lo que decía Keynes (que proponía aplicar una política anticiclica) y hemos desperdiciado una década de precios internacionales de los comodities como nunca se dieron ni siquiera en la época de la Generación del 80, y no hemos logrado consolidar un sistema de acumulación que permita un desarrollo endógeno sustentable en el largo plazo.

No nos engañemos ni dejemos que nos engañen, el hecho que no haya otra cosa no hace buenos a los actuales gobernantes.

En la Argentina ha habido poco merito de gestión, toda América latina creció a tasas similares a la nuestra, porque todas tiene un N°10, que la rompe (nosotros la soja, chile cobre, Perú oro, etc. Venezuela y Ecuador petróleo, etc.), el tema es que rédito le saco cada país a ese N°10 y creo que Argentina le saco poco.

Una década de crecimiento como la que tuvimos tendría que haber dejado un infraestructura energética importante, una estructura de transporte importante, una integración de las zonas productoras importante, y algún avance personal de cada uno importante, pero la política pro cíclica provoco un aumento de la demanda agregada sin inversión que desemboco en inflación, y la infraestructura que debería fomentar y sostener la inversión esta como hace 40 años (falta de transporte moderno, falta de energía barata abundante, sistema impositivo que favorezca la inversión, política de vivienda que otorgue créditos hipotecarios a tasas lógicas, no planes de vivienda para consolidar la pobreza y el clientelismo alimentando a los caciques zonales, educación de calidad y exigente ”con” aplazados,etc.).

En lo que hace al avance personal de la población, solo acceder a productos de línea blanca que no solucionan mucho, a base de créditos cortos con tasa altísima escondida detrás de una cuota fija me parece una meta pobrisisma. Para crédito a largo plazo (como el hipotecario) hay que tener niveles de inflación bajos (5% máximo 7%), previsibles por varias décadas, que permita no temerle a las tasas variables sino imposible.

Resumen

En diez años no modificamos el perfil productivo de argentina (sigue siendo agro exportadora), no consolidamos un sistema de acumulación, no iniciamos la solución del problema de la vivienda, no tenemos política de transporte, cada vez dependemos mas de la importación de combustible, y en los personal en este periodo he cambiado mi auto VW Passat 2000 por un Citroen C4 2010 , me compre un plasma y tengo un mínimo ahorro que no supera 4 meses de ingreso. Poco para alguien que pertenece la clase media alta de la Argentina.

jueves, 22 de marzo de 2012

HABLEMOS DE HISTORIA -EL PRESENTE ME SUPERA

PAPEL DE SISTEMA POLITICO EN COLAPSO DE WEIMAR Y LA II REPUBLICA ESPAÑOLA

“sistema político es un conjunto formado por unas determinadas instituciones políticas, que tienen unas determinadas expresiones formales identificables en el régimen jurídico, en relación con un cierto nivel de participación que se manifiesta en conductas observables empíricamente y referidas al ejercicio del poder político por medio de las instituciones y los actos del gobierno.”.

I. La Republica de Weimar (el principio del fin)

I.I. La Génesis. La derrota alemana de 1918, implico no solo la disolución del Imperio, la abdicación del Kaiser Guillermo II y el descrédito “temporario” de los estratos dominantes de la sociedad (junkers, jefes militares, burocracia civil, grandes empresarios) 2, sino que además, dio inicio de un estado de anarquía revolucionaria inédito en Alemania.

La intención de institucionalizar la dinámica que habían tomado los acontecimientos, precipitó la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que deliberó en la pequeña localidad de Weimar, y que en Julio de 1919 acabó con el estadio de lo provisional e inauguró un nuevo estado alemán, ahora republica democrática, basado en una nueva Constitución aprobada por amplia mayoría.

Según manifestara Hugo Preuß, considerado generalmente como el padre de la Constitución, “La constitución de Weimar no ha nacido al sol de la felicidad, e ingresó a la historia de manera discreta”, lo cual era bastante entendible en una nación que había perdido una guerra de manera total, había iniciado un proceso revolucionario que terminó estancado, y un mes antes (junio de 1919) había firmado el Tratado de Versalles.

Para la población, al decir de Reinhard Rurup “…Las disposiciones del Tratado de Paz parecían concretas en demasía y de graves consecuencias, mientras los artículos de la Constitución por el contrario parecían abstractos y sin consecuencias inmediatas. La mayoría del pueblo alemán hablaba del dictado de la paz y no de la Constitución…”3 . Resulta importante en el contexto histórico entender que para la gran mayoría de los alemanes el Tratado de Versalles fue una traición de la clase política, que suscribió términos y compromisos humillantes para el orgulloso pueblo alemán, abonando de esta forma el ya instalado mito de “la puñalada en la espalda”.

I.II. El Desarrollo.

I.II.1 El Marco Institucional: Desde lo jurídico/institucional la nueva Constitución mezclaba la forma parlamentaria de la democracia con otros dos principios políticos: la democracia plebiscitaría y el modelo de Consejos, añadiéndole la elección directa del Presidente del Reich.

En este esquema el Presidente no solo podía someter al electorado cualquier ley sobre la que discrepase con el Parlamento, concepto éste que, plasmaba “…una vieja aspiración de Max Weber, quien veía en esa combinación una doble garantía a la hora de seleccionar a los lideres: la de preservar el liderazgo político frente a las tendencias burocratizantes del Parlamento y la de limar los riesgos propios del cesarismo…” 4 , sino que además el Reichspräsident gozaba, en virtud del conocido artículo 48, de poderes de emergencia que le permitían gobernar por decreto y estaba a su vez facultado, en mérito a lo dispuesto en el artículo 25, a disolver el Parlamento en caso que éste fuere incapaz de formar mayorías.

La mezcla de estos conceptos, de por si encontrados, originaron una gran tensión política entre los principios democráticos parlamentarios y el presidencialismo plebiscitario, mucho mas con las frecuentes disoluciones del Parlamento que se sucedieron entre 1924 y 1933, el nombramiento de cancilleres presidenciales y la utilización indiscriminada de Decretos, que desvirtuaron definitivamente el carácter pretendidamente excepcional que surgía de la redacción del famoso articulo 48 de la Constitución.

La inexistencia de mayorías democráticas sólidas en el Parlamento, sumado al uso excesivo de los poderes de excepción, ya referenciados, fueron alejando en los hechos a la Carta Magna de las aspiraciones de Webber y acercándola peligrosamente a las concepciones decisionistas de C.Schmitt5.

No obstante lo expresado, seria injusto culpar al diseño institucional de Weimar por el periodo dictatorial que término sucediéndole, aunque de alguna manera su articulado, tal como se desarrollaron los acontecimientos, fue funcional a la estrategia política de Hitler y utilizado como vehículo jurídico para la toma del poder por parte del nazismo.

II.II.2 Los actores políticos, la sociedad alemana y el camino autoritario:

Rainer Lepsius, nos recuerda que “…La República de Weimar, ha sido definida comúnmente como una república sin republicanos y una democracia sin demócratas ..”6, si bien aclara a posteriori que ambos conceptos son demasiado rígidos, concluye en que sirven para describir el estrecho potencial democrático que poseía la incipiente república.

El sistema de partidos en Alemania se conformó durante el Kaiserreich, entre 1870 a 1890, y fue introducido en la Republica de Weimar casi sin modificaciones, por lo cual se generaron dos inconvenientes básicos: 1) Los partidos estaban basados en los antiguos “cleavages” de aquellos años y no representaban los cambios sociales y económicos que se habían producido durante los últimos 50 años y 2) En el sistema de Bismarck los partidos políticos carecían de responsabilidades de gobierno o gestión y solo actuaban como representantes socioculturales.

En un inicio el sostén político de la Asamblea Constituyente, integrado por el Partido Socialdemócrata, el Zentrum Católico y los liberales de izquierda, se hizo cargo del Gobierno Alemán nombrando un Canciller, mientras la Asamblea, con la composición que tenia como constituyente, asumió el rol de Parlamento hasta las elecciones de 1920. El campo “autoritario” integrado por el Partido Popular Nacional Alemán y el Partido del Pueblo Alemán, “….se encontraba totalmente desarticulado ante la huida y dimisión del Kaiser, el colapso del antiguo orden y las ilusiones imperiales…”7 mientras el Partido Comunista recién comenzaría a tener peso parlamentario a partir de las elecciones de 1920.

Hasta la aparición de Partido Nazional Socialista, como un actor de peso parlamentario en las elecciones de 1928 y fundamentalmente en las 1930, el espectro político se mantuvo estable, pero ningún partido pudo imponer mayorías absolutas por lo que siempre se gobernó mediante alianzas. Esta inexistencia de mayorías absolutas y el diseño institucional de la Constitución hizo que las elecciones del Reichspräsident, tomaran una importancia superior a la que hubieran tenido en cualquier democracia parlamentaria occidental.

Siguiendo la división propuesta por Lepsius los partidos en Alemania se podían clasificar en cuatro grandes grupos: a) Democráticos: Socialdemocracia, Zentrum Católico y Liberales de Izquierda, b) Derecha Autoritaria: Partido Popular Nacional Alemán y el Partido del Puebo Alemán, y a partir de 1928 el Nazional Socialismo, c) Izquierda Autoritaria: Partido Comunista y elementos radicalizados desprendidos de la Socialdemocracia y del Espartaquismo y d) Particulares o Peculiares: Integrado este grupo por los partidos regionales protestantes, de minorías étnicas y aquellos que representaban a organizaciones económicas o sociales de clase media.

Como se ve la definición de “democracia sin demócratas” a la que aludimos al inicio del acápite, no era demasiado descabellada, mucho mas teniendo en cuenta que en todas las elecciones parlamentarias desde 1920, con la salvedad de las celebradas en el 1924, los partidos políticos anti-sistema (Derecha autoritaria/Comunismo) nunca sacaron, en conjunto, menos del 45% de los votos7.

De lo expresado surge claramente que una porción importante de los integrantes del Parlamento de Weimar no concebían la democracia parlamentaria como un sistema capaz de superar los conflictos sociales y económicos originados a partir de la derrota Alemana en la Gran Guerra, razón por la cual ejercieron lo que Lepsius denomina “Oposición Desleal”. A esto habría que sumar la escasa experiencia democrática de la población y una tendencia, tanto en la ciudadanía como en dirigentes e intelectuales, a justificar una vía particular y distinta de Alemania hacia la modernidad, que no era estrictamente el sistema que se aplicaba en el oeste de Europa.

El éxito de los partidos de la alianza democrática (SDP , DDP,y Zentrum), en la solución de los graves problemas políticos nacidos a partir de la derrota en la Gran Guerra y la firma de Tratado de Versalles, como la ocupación de la cuenca del Ruhr por tropas francesas, los levantamientos de la derecha autoritaria (Putch de la Cervecería de Munich), de la izquierda no democrática (alzamiento comunista en Sajonia), e incluso la superación de la crisis económica originada por la hiperinflación, no resultaron suficientes para consolidar el sistema democrático ni tampoco para establecer acuerdos programáticos permanentes dentro del sector democrático que permitan garantizar mayorías estables en el Parlamento.

La incapacidad de partidos democráticos de imponerse tanto a los elementos autoritarios instalados en la política y en la sociedad, como a una burguesía que había consolidado su poder económico con Bismarck y descreía de la capacidad de los partidos políticos como mediadores eficaces en los conflictos sociales, se puso en evidencia a partir de 1928 cuando, aun antes de la gran desocupación de 1931/1932, y antes de que Hitler y Nazismo fueran una fuerza política importante, aceptaron la designación como Canciller de Heinrich Bruning cuyo poder descansaba en el Presidente Hindenburg y no en una mayoría parlamentaria.

Si bien tanto la forma de designación, sin participación del Reichstag. de Bruning y sus sucesores, como el sistema de gobierno a base de decretos presidenciales que se inició a partir de su asunción, no violaba la Constitución, puso en evidencia la incapacidad de los partidos políticos democráticos para gestionar la crisis y fue, sin lugar a dudas, una precondición a la ruptura del sistema democrático.8

Párrafo aparte merece la falta de apoyo del Partido Comunista (KDP) a la Socialdemocracia impidiendo la formación de gobiernos con sustento parlamentario en las elecciones de 1930 y 1932, lo que provocó, no solo un importante avance de la derecha en la toma de decisiones, sino que además, puso en evidencia la ceguera política de sus dirigentes a la luz del desarrollo que finalmente tuvieron los acontecimientos.

II.III. El Sistema su rol y sus culpas

Si bien la laxitud de los preceptos constitucionales y la incapacidad de los partidos democráticos para cambiar las estructuras de poder sobre las que se sustentaba el antiguo régimen actuaron en contra de la conformación de una democracia sustentable, es imposible analizar al sistema político en forma independiente del germen autoritario que anidaba en importantes grupos sociales de la Alemania de ese entonces, la sensación de traición al pueblo que provoco la firma del Tratado de Versalles, y mucho menos de las consecuencias devastadoras que tuvo la Gran Depresión en la economía alemana, especialmente en lo que hace a perdida de empleos9.

Puestos entonces a definir el papel jugado por el sistema político en el colapso de la Republica de Weimer, resulta evidente que el mismo ha jugado un rol determinante pero no definitorio, por lo que no es posible achacar solamente al sistema las razones del fracaso de la experiencia republicana, como así tampoco hacerlo responsable único de las nefastas consecuencias que se produjeron a partir de dicho fracaso.

III. La II Republica Española (La desmesura al poder)

III.I La Génesis. La relativa bonanza económica que se produjo en España desde la primera década del siglo XX y que se acentuó durante la Primera Guerra Mundial, produjo el éxodo masivo de población hacia las ciudades, especialmente Madrid, Barcelona y las capitales de Provincias. Este contexto de incipiente, aunque parcial, proceso industrializador, termino por minar lo que se denominaba el ”Pacto de la Restauración” entre liberales y conservadores, disminuyendo la importancia del “caciquismo” en función del despoblamiento de las zonas rurales en donde éste concentraba su mayor poder, y provocando el surgimiento de nuevos actores políticos representativos de las clases medias urbanas, de la pequeña burguesía industrial y mercantil y de la clase obrera organizada.

El año 1930 es el año de la liquidación del sistema de partidos de la Restauración, el intento fallido de dirigentes del viejo republicanismo como Lerroux y del nuevo como Alcalá Zamora “de una reedición corregida y aumentada del pacto de elites que dio origen a la Restauración” quedo abortado antes de iniciarse. La ocupación de las calles por las masas republicanas, hicieron imposible cualquier pacto entre republicanos moderados y monárquicos constitucionales. Democracia y republica se convirtieron por esos días en una misma cosa y el movimiento republicano “…Reflejaba un impulso decidido para establecer políticas de movilización, en sustitución del sistema de patrocinio y clientela…. Era el vehículo por el que las masas iban a acceder a la política; representaba a un público amplio y heterogéneo tanto en su lucha contra el inmovilismo político de la monarquía como en su anhelo de encontrar remedio a sus agravios sociales y económicos.”11

La suscripción por parte de todas las fuerzas políticas republicanas del denominado Pacto de San Sebastián, en agosto de 1930, selló el destino de la monarquía, y sin perjuicio de que la totalidad de sus firmantes fueran encarcelados, el triunfo aplastante de las fuerzas republicanas en las elecciones municipales de 1931 provoco la abdicación de Alfonso XIII, su exilio y la proclamación de la República el 14 de Abril de dicho año.
El gobierno provisional presidido por Alcalá Zamora, un republicano de derechas, e integrado por la mayoría de los suscriptores del Pacto de San Sebastián, tuvo que responder desde un principio al ansia general de reformas. Fue así que adoptó las primeras medidas para la reforma agraria, inició las reformas laborales, emprendió la reforma militar, aprobó legislación educativa, puso en marcha el Estatuto provisional de autonomía de Cataluña y llamo a elecciones para la convocatoria a una Asamblea General Constituyente, que se constituyó en julio de 1931 y dio a luz el 9 de diciembre la primera constitución española del Siglo XX, en un clima de euforia generalizada.
Vale recordar como cierre dos frases que anticipan el futuro, justifican el título puesto al presente capítulo y que ponen en evidencia los términos de “todo o nada” en el que se desenvolvió la II Republica. Primero las palabras del Dr. Jiménez de Asúa12, cuando se estaba discutiendo la Constitución: “….Si la República no hubiera venido a mudarlo todo, no merecería la pena haberla traído....”13, y segundo el discurso de Gil Robles, líder de la CEDA en 1933, cuando anticipaba “Apenas se salvará nada de la legislación de la República. En cuanto venga la reacción derechista, que cada día es más terrible por intensa, vendrá una rectificación a rajatabla, no dejando en pie nada.”14
III.II. El desarrollo.
III.II.1. El Marco Institucional. De la misma manera que algunas ideologías, como el anarquismo, seguían vivas en España cuando agonizaban en el resto de Europa, la Constitución de 1931, en vez de abrevar en el constitucionalismo moderno, con un Ejecutivo fuerte capaz de lidiar ante las crisis, es un claro sistema de gobierno por asamblea al estilo revolucionario francés, en donde el único poder elegido directamente por el pueblo era el Parlamento.

En el sistema instaurado por al Constitución, el Parlamento era elegido en forma directa, y este conjuntamente con un colegio electoral cuyos delegados eran elegidos de la misma forma, elegía de manera indirecta al Presidente de la República, quien a su vez elegía en forma personal al Primer Ministro con acuerdo del Parlamento, si bien le otorgaba una cuota importante de poder al Presidente, e incluso le daba la posibilidad de disolver las mismas Cortes que lo habían elegido, era poco recomendable para el pluripartidismo extremo y la polarización del espectro político español.

Si pretendemos que una Constitución sea un espejo en donde la totalidad de ciudadanía se reconoce y que genera sentimientos de pertenencia, el texto constitucional contrariamente a lo expresado fomentaba directamente desde su articulado la división de la sociedad. En un país con una Iglesia omnipresente y con un alto porcentaje de la población de convicciones católicas profundas la Carta Magna iba más allá de una mera separación de la Iglesia del Estado, sino que efectuaba una regulación decididamente parcial del tema religioso15, profundizando la ya importante división existente.

A lo dicho habría que agregar el tratamiento constitucional de la cuestión autonómica. El texto mencionaba la posibilidad de conceder la autonomía a aquellas regiones que así lo solicitaran, pero el articulado no preveía una forma autonómica específica sino que la cuestión recién iba a ser tratada en la Cortes cuando alguna de las regiones hiciera la petición correspondiente.16

Como vemos desde el punto de vista del diseño institucional la Constitución de la II República si bien reflejaba los grandes problemas de la sociedad española, no daba solución a ninguno de ellos. Pecaba, en lo político, de excesivo parlamentarismo para una sociedad altamente politizada y con tendencia al debate infinito, en lo religioso, tomaba decididamente partido por una de las partes, y no fijaba pautas claras sobre como resolver la cuestión autonómica.

III.II.2. Los Actores Políticos. La sociedad Española y el camino autoritario.

Contrariamente a la experiencia Alemana de 1919, la II República tuvo un sistema de partidos “…creados con precipitación, a veces con la única intención de ayudar a la empresa de traer la República, de escasa o nula estructura organizativa, lastrados por el personalismo y con no poca falta de coherencia en sus alternativas programáticas….” 17.

Tan es así, que en el campo de los partidos republicanos se habló siempre del partido de Azaña o del partido Alcalá Zamora, este tipo de organizaciones muchas veces tenían su génesis en círculos intelectuales o eran meras plataformas políticas de individuos. Solo el PSOE era un partido seriamente organizado y recién en el segundo bienio la derecha pudo mostrar una organización de similares características cuando aparece la CEDA.

El sistema de partidos de la II Republica, “…carecía de lo que Giovanni Sartori ha llamado consolidación estructural..”18 por lo que los acontecimientos y los procesos sociales le marcaban la “agenda”, no teniendo capacidad dada su falta de consolidación a para poder canalizarlos institucionalmente. A esta “inmadurez” se le sumaba la existencia de los que podríamos definir (al igual que el caso Alemán) como partidos anti sistema con los cuales se hacia muy difícil acordar y que pregonaban la superación de la República ya sea por derecha o por izquierda.

La relación de las fuerzas políticas con la realidad española durante la República transitó básicamente por cuatro ejes: 1) el conflicto político en torno a forma republicana de gobierno y a la legitimidad del nuevo régimen, 2) la cuestión regional, 3) la cuestión religiosa y 4) los problemas socioeconómicos (el mas importante la cuestión agraria).

En un sistema de partidos sin mayorías absolutas, estos cuatro temas liminares de la España de la II República, hacían que las relaciones y las alianzas variaran según el problema que se tratase. De esta manera existían distintos tipos de mayorías, una para el tema gubernamental, otra para el tema regional, una distinta para el tema religioso y otra para la toma de posición ante problemas socioeconómicos. Esto es lo que hace afirmar a Santiago Varela, en el artículo referenciado, que cualquier discusión que involucre los temas enumerados, y había muy pocos que no los incluyeran, obligaba a establecer distintas alianzas por lo que el quiebre o ruptura de una coalición de gobierno podía producirse ante cualquier discusión política.

Durante el período de 1931 a 1933 y con el primer Gobierno provisional surgido del Pacto de San Sebastián, se inicia un proceso inicial de depuración a partir de la definición religiosa, que como ya vimos adoptó la Constitución de 1931, y que provocó la separación del gobierno de la Derecha Liberal Republicana de Alcalá Zamora y de Maura.

Tras este primer proceso y a partir de las elecciones en diciembre de 1931, se produjo el alejamiento de los radicales de Lerroux que pretendían un gobierno exclusivamente republicano excluyendo a los socialistas ya que había llegado, según el criterio de Lerroux, la hora de prescindir de éstos. Tras este último desprendimiento asumió el gobierno la colación integrada por el PSOE, preocupados por la aplicación urgente de una reforme agraria, los Nacionalistas Catalanes que luchaban por la autonomía de la región, y los radical-socialistas, cuya bandera eran los cambios culturales y la lucha contra la Iglesia Católica.

Esta coalición se articuló alrededor un partido de los llamados personalistas que era Acción Republicana de Miguel de Azaña, dado que ninguna de las tres fuerzas políticas contaba con la cantidad de diputados suficientes para lograr los objetivos planteados por si solos. En estos términos la coalición se estableció y funcionó sobre una triple necesidad de apoyo y sucumbió cuando los Radical-Socialistas se opusieron a secundar la iniciativa del PSOE de reforma agraria, a mediados de 1933.

Las elecciones de 1933, alumbraron como ganador a un nuevo actor político, la CEDA, primer partido de masas de la derecha española, liderada por Jesús Gil Robles. No obstante, al igual que el PSOE en el primer bienio, la CEDA carecía de la cantidad de diputados suficientes para formar gobierno por si sola. De esta manera se produjo un esquema equivalente, en cuanto a las dificultades para generar mayorías constitucionales, al que se había producido en el bienio anterior. A esto se sumo la suspensión de la autonomía catalana, tras el fracasado levantamiento revolucionario de los socialistas ocurrido en 1934, con lo que se hizo imposible lograr una mayoría regional. Ante esta situación el Presidente Alcalá Zamora tuvo que recurrir a la solución de gobiernos técnicos con apoyo exclusivo de la Presidencia sin voto de confianza del parlamento (se repite una situación similar a la Weimar). En este período el Partido Radical haría las veces de partido articulador. Cuando en 1935 un escándalo de estraperlo provoca la descomposición interna del Partido Radical, se torno imposible la posibilidad de cualquier tipo de coalición estable.

En las elecciones de 1936, la izquierda republicana logro unificar a todos los partidos de ese espacio político, incluso al reticente Partido Comunista Español, que experimentada en dicho periodo un rápido desarrollo. Con esta inclusión el ala moderada del PSOE, encabezada por Indalecio Prieto, logró evitar la ruptura del partido ante las posiciones mas extremas de Julián Besteiro, “… Solo el impenitente Largo Caballero se pronuncio contra esta política de unidad: sin embargo como Prieto y otros dirigentes que secundaron la línea maximalista de 1934 había recuperado al fin su sentido común a la vista de los desastrosos resultados de la revolución de octubre, los socialistas ( en su totalidad) aceptaron finalmente firmar el manifiesto de enero de 1936, en el que se ponían las bases de la coalición del Frente Popular, que comprendía fuerzas republicanas de izquierda y proletarias…”19 .

En las elecciones de febrero de 1936, con el triunfo del Frente Popular, el partido Acción Republicana, ocupó una posición muy similar a la que ocupara el Partido Radical durante el bienio derechista. Ya que el PSOE, ni como principal partido de la coalición de gobierno ni en alianza con otros partidos de la izquierda obrera, asumió la responsabilidad de gestión gubernamental, limitándose a apoyar desde afuera con sus votos a la gestión de Miguel de Azaña.

Es evidente que este alejamiento de la responsabilidades de gobierno por parte del principal partido político de la coalición gobernante fue un factor importante de inestabilidad y debilidad del Frente Popular, lo que sumado al revanchismo que se generó a partir de las medidas tomadas por la derecha en el bienio anterior, el accidentalismo politico20 de la mayoría de los partidos integrantes de la coalición opositora liderada por la CEDA (especialmente los monárquicos de Calvo Sotelo), el papel histórico que jugó el ejercito en la vida política española, el tema religioso, la cuestión autonómica y la excesiva polarización de la sociedad generaron una sensación de inevitabilidad del conflicto, que al poco tiempo terminó estallando.

III.III. El sistema su rol y sus culpas.
Sin perjuicio del los problemas estructurales de España tanto en lo económico como en lo social, esto es desarrollo incompleto y falta de integración, sin duda el gran problema de la II Republica fue político y radico “en la debilidad de consenso republicano21”. No existía en España un acuerdo dentro del espectro político acerca de que clase de Republica se deseaba a tal punto que hubo un ardua discusión en la redacción del articulo 1ro de la Constitución por si debía ser una Republica “a secas” o una República de trabajadores, siendo que esta discusión no era en aquel contexto “meramente semántica”22.

Esta diferencia en cuanto al tipo de Republica, no solo se produce entre los integrantes de las distintas coaliciones, sino que hacia 1936 se hizo evidente que en el seno de la coalición gobernante y mas precisamente dentro del PSOE se manifestaban serias diferencias en cuanto a la Republica deseada, entre el ala sindical junto con los sectores mas a la izquierda y los seguidores de Indalecio Prieto.

Si bien algún análisis encuentra en 1936 indicios de que los actores políticos finalmente se iban agrupando en torno a grandes alternativas políticas, características de la democracias occidentales23, parecería que dicho agrupamiento lo era en torno a conceptos de Republicas muy distintas entre si, por lo que esta falta de definición en cuanto a la Republica deseada, y la imposibilidad de los actores políticos de lograr un consenso sobre un tema tan liminar, permitiría concluir, a nuestro entender, que el rol desempeñado por el sistema político ha sido decisivo en el trágico desenlace de la II Republica.