jueves, 11 de abril de 2013

Un Poco del Primer Peronismo


Alumno: Gustavo P. Cresta
Materia: Temas de Historia Política Argentina del Siglo XX
Profersor: Juan Carlos Torre.
Universidad Torcuato Di Tella Maestria en Historia.

I. La política laboral de Perón fue presentada como una estrategia preventiva: Evitar la agudización de la lucha de clases. a) Señale sobre que bases empíricas descansaba esa estrategia, b) que recepción encontró en los sectores económicos y sociales, y c) cuales fueron sus resultados en una perspectiva de largo plazo del país.

Perón aportó, a la revolución de 1943 básicamente dos cosas: un programa económico y social, y una apertura hacia grupos estratégicos de la sociedad, especialmente el movimiento obrero, de una manera en que ninguna fuerza política lo había hecho hasta ese entonces. Tal es así que de no haber contado con este aporte, las posibilidades de la revolución hubieran sido escasas.
Si bien la  apertura hacia el movimiento obrero se sustentó en la política  laboral iniciada desde la Secretaría de Trabajo, ésta  no fue una avenida de mano única, e incluyó una convocatoria de Perón a los sectores empresarios para colaborar con ella. Su idea, era que el Estado debía tutelar y mediar en  las relaciones del mundo del trabajo lo que garantizaría un cierto nivel de paz social, estimando que para lograrla era necesario el aporte de los empresarios.
Según Perón, si las organizaciones patronales querían evitar la agudización de los antagonismos de clase debían estar dispuestos a sacrificar algo de su poder, debían ceder algo para no perder todo.”…Es necesario dar a los obreros lo que estos merecen por su trabajo y lo que necesitan para vivir dignamente, a lo que ningún hombre de buenos sentimientos puede oponerse […] Es necesario saber dar un 30 por ciento a tiempo a perder todo a posteriori…”[1]
En este orden de ideas fue que Perón se dirigió a los empresarios en el famoso  discurso a la Bolsa de Comercio de Buenos Aires en agosto de 1944, donde presentó sus innovaciones como parte de la regeneración y salvaguarda del orden social existente y no de la creación de otro completamente nuevo[2]. Como se ve,  la invitación a colaborar para evitar la agudización de la lucha de clases propuesta por el nuevo líder, esta lejos de poder ser considerada una propuesta corporativa como muchos opositores políticos e intelectuales pensaban en su momento. Tan poco corporativa resultó la  propuesta, que a comienzos de 1945, con el casi seguro triunfo de los ejércitos aliados, el régimen militar se ajustó a los nuevos tiempos, declarando la guerra a Alemania e Italia y en el plano interno restableció  las libertades públicas, los partidos volvieron a la legalidad y se hizo un llamado a elecciones para 1946.
Sin perjuicio de lo arriba expuesto, la propuesta efectuada por Perón a los empresarios, bajo el paraguas de la denominada Doctrina Social de la Iglesia, tenia algo del espíritu del fascismo social europeo surgido a partir de la crisis económica de 1930, de las que Perón había sido un observador privilegiado en su reciente estada en la Italia de Mussolini[3].
Al sustento ideológico de las encíclicas papales como Rerum Novarum o Populorum Progressio y el antecedente empírico de la política social italiana de la preguerra hay que agregar la intención de Perón de establecer un régimen político similar al del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México intentando con ese esquema de partido hegemónico poli clasista cerrar la brecha entre el armado institucional un antiguo régimen previo a la incipiente industrialización iniciada en 1930 y las nuevas exigencias surgidas de la transformación estructural que había sufrido el país.[4]
En este contexto, era intención de Perón, gravitar de forma excluyente en la próxima transición democrática y en tal sentido inicio conversaciones tanto con  los radicales  como con los  conservadores los que, en su análisis, podrían aportar la eficacia de sus aparatos electorales, que sumados al aporte de los sindicatos, los empresarios, el apoyo del ejército y la bendición de la iglesia le permitirían liderar la Argentina de la posguerra.
La  propuesta de evitar la agudización de la tensión social mediante concesiones a los trabajadores consensuadas por las partes y en donde el estado se transformara en un mediador eficaz ante los distintos reclamos, genero una respuesta bastante fría por parte de los empresarios. Las organizaciones patronales no se encontraban atemorizadas por una revolución social o por la acción de las organizaciones sindicales de origen comunista o socialista con las que habían lidiado exitosamente durante toda la década, sino más bien por aquellos efectos que la política llevada adelante por el propio Perón había generado, de tal manera que la intención de sumar a los empresarios a su proyecto fracasó en forma rotunda.
En lo que hace a los partidos políticos, según nos dice Juan Carlos Torre en la obra referenciada, nunca  tuvieron intención de sumarse al proyecto peronista al que consideraban con los días contados a partir de la coyuntura internacional surgida del triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial.
Las circunstancias descriptas obligaron a Perón a cambiar su estrategia radicalizando el discurso, y llamando a los trabajadores a defender las conquistas logradas que se encontraban amenazadas por un supuesto complot reaccionario. Esta nueva estrategia que concluiría el 17 de octubre de 1945, con una manifestación que marcaría la historia argentina de la segunda mitad del Siglo XX, provocó una reducción de la base de sustentación del movimiento que había imaginado el líder.
Visto desde la perspectiva histórica, el nuevo proyecto  de Perón, surgido a partir del rechazo de los empresarios y políticos a su idea original no atrajo ni a las clases altas ni a la incipiente clase media, y no tuvo otra base de sustentación que el movimiento obrero, lo que sobredimensionó el lugar político de los trabajadores dentro de la estructura peronista.
Este sobredimensionamiento provocó dos efectos a mi entender negativos,  que aún se mantienen dentro del movimiento Peronista: a) Fue un factor de tensiones políticas que agudizaron las contradicciones propias de un movimiento policlasista y b) Condicionó en gran parte las opciones de política económica, tanto en lo que hace a la lucha contra la inflación, como en la posibilidad de desarrollar una estrategia de industrialización a largo plazo que sea menos dependiente de los insumos externos. La necesidad de satisfacer el mercado interno creado a partir de la nueva estrategia distributiva priorizó la defensa de las industrias preexistentes, necesitadas de insumos importados que con el tiempo se demostró ineficaz para liderar un proyecto industrial a largo plazo[5].

II. La política del bienestar social durante los años peronistas combinó rasgos innovadores y a la vez rasgos de continuidad. Desarrolle esta proposición ilustrándola con ejemplos.

Para analizar la política de bienestar social desarrollada por el peronismo, sus continuidades e innovaciones vamos a separarlas en: a) Políticas de vivienda b) Políticas de seguridad social, c) Políticas de Salud Pública, d) Políticas Educativas, e) Políticas de turismo y f) Políticas a cargo de la Fundación Eva Perón.
a)     Políticas de Vivienda: En política de vivienda el peronismo tuvo rasgos continuistas e innovadores. En principio continuó con la política implementada por la administración conservadora que en 1943 decidió el congelamiento de alquileres, dicha decisión provocó que los alquileres solamente aumentaran un 27% en el periodo 1943/1955, lo cual fue un aumento insignificante  ante una inflación del 700% que hubo en el periodo[6].
En cuanto a los rasgos innovadores, los hubo de índole legislativa, de índole financiera y de intervención directa. De índole legislativa el más importante es la sanción de la Ley 13.512 de Propiedad Horizontal, que permitió la subdivisión en unidades individuales transmisibles, los departamentos integrantes de los denominados edificios de renta que existían especialmente en la Ciudad de Buenos Aires. Si bien esta ley no iba tener influencia en la política de construcción de viviendas sino hasta finales de la década del cincuenta y la década del sesenta, permitió, no obstante, que muchos inquilinos pudieran adquirir el departamento que ocupaban, ante el poco incentivo de renta que tenían los propietarios por el congelamiento de alquileres ya explicado.
En lo que respecta a los instrumentos financieros, la novedad, no porque no existieran con anterioridad sino por el modo y costo con que se otorgaron, fueron los créditos hipotecarios del Banco Hipotecario Nacional. Estos créditos tenían tasas subsidiadas, por debajo de la inflación y no necesitaban depósito previo. Esta política crediticia fue aprovechada básicamente por empleados públicos y del sector privado, el porcentaje de aprovechamiento de estos créditos por los obreros de ambos sectores fue mucho menor[7].
 A las políticas expuestas, el gobierno peronista agregó la construcción en forma directa de viviendas destinadas a los sectores populares, tal es el caso de Ciudad Evita en las cercanías de Ezeiza, que caracterizaba el ideal de chalet y jardín propio de los sectores medios, o el barrio Los Perales en Mataderos que eran monoblocks menos sofisticados.
La conclusión del trabajo de Torre y Pastoriza en cuanto a la política de vivienda de la década peronista es que en general, sin desmerecer sus indiscutibles méritos, distó de ser universal ya que su distribución fue disímil y varió según el poder e influencia de los distintos grupos sociales[8].
b)     Políticas de seguridad y previsión  social: En lo que respecta a la política de seguridad y previsión  social, sin perjuicio del mayor alcance que tuvo el sistema a partir de la llegada del peronismo al poder, el mismo fue una continuidad de lo que había funcionado hasta entonces. Esto es, el  esquema jubilatorio partía de la premisa que la protección de la vejez debía surgir de los propios esfuerzos de los trabajadores, y dicho esquema cuando lograba ser exitoso   se materializaba en un sistema de jubilaciones sostenido en base a contribuciones obligatorias de los trabajadores de cada sector y sus empleadores[9].
Con el primer Plan Quinquenal se intentó la modificación del sistema por uno de carácter mas universal que partía del ingreso de una familia modesta, sostenido en forma incremental por trabajadores y empleadores, pero dicha propuesta fue rechazada básicamente por los afiliados a las cajas que se resistían a una nivelación de los beneficios que en algunos casos los perjudicaba.
Apartándose del esquema heredado de las administraciones anteriores solo corresponde destacar la sanción de la Ley 13.478, que establecía las pensiones “no contributivas” (para aquellos mayores de 60 años que no contaran con medios de subsistencia) que se financiaba con fondos de la Lotería Nacional y que por el número de sus beneficiarios era de carácter meramente residual. El sistema fue reglamentado en 1949, pero jamás pudo aplicarse a la totalidad del territorio nacional, teniendo vigencia únicamente en la Capital Federal y Territorios Nacionales[10].
c)     Salud Pública: En lo que hace a los servicios de sanidad y salud pública, la acción del estado quedó asociada a la figura del Ministro de Salud Dr. Ramón Carrillo quien fuera su gran impulsor, y que intento plasmar el pensamiento sanitarista de la década del treinta, priorizando la intervención estatal y la centralización de la tareas de atención médica y de asistencia social, con un concepto universalista que tendía a la atención de la totalidad de la población sin distinciones.
No obstante el  aumento de la inversión, la construcción de nuevos hospitales, el alargamiento de la redes de agua y cloacas, el espectacular  incremento  de los índices de esperanza de vida, y la eliminación de muchas enfermedades endémicas especialmente en las zonas más pobres del norte del país[11], el ambicioso proyecto sufrió el embate de los gremios que privilegiaron la creación de obras sociales sindicales. El sistema sindical implicaba una fórmula de cobertura diferenciada a partir de criterios ocupacionales, con una solidaridad fragmentada, replicando de alguna manera la concepción que tenían las asociaciones mutuales que reunían colectividades inmigratorias.
El proyecto original, al igual que ocurrió con el sistema previsional, sufrió el ataque desde adentro, por parte de los sectores sindicales del peronismo, en un ejemplo claro de las tensiones generadas a partir del excesivo peso de los trabajadores organizados dentro del sistema de toma de decisiones del movimiento.
Poniendo a la política de salud en términos de continuidad o no, tal como lo exige la consigna, es claro que el plan primigenio resultaba una novedad a lo que se venía aplicando hasta ese entonces, no obstante la presión de los intereses sectoriales hizo que su alcance fuera menos universal de lo pretendido.
d)     Políticas educativas: La política educativa llevada adelante durante la década peronista fue el terreno  “donde la democratización del bienestar durante los años del peronismo tuvo un alcance más amplio”[12].
No obstante el concepto vertido, esto no implica que la política educativa se haya diferenciado de la concepción y  rasgos que había adquirido en la primera década del siglo, por lo que la misma fue una continuidad de la aplicada hasta entonces.
El salto cuantitativo en la población escolarizada, especialmente el crecimiento de la matrícula secundaria, la manifestación plena del concepto de gratuidad de la educación universitaria,  la creación de la Universidad Tecnológica, y la implementación de colegios secundarios industriales entre otros logros, fueron producto de una mayor inversión y del cambio de paradigma económico, pero no implicaron una innovación dentro las políticas educativas.  
Es hacer notar que continuó vigente, hasta entrado el año 1954. el Decreto N°18.411/43 que restableciera la enseñanza religiosa en las escuelas dependientes de la Nación, el cual había significado una involución a las leyes “laicas” de la generación del 80.
e)     La política turística: Al igual que en lo referido a las políticas educativas, la democratización del bienestar en lo que hace al acceso de la población a los distintos centros turísticos existentes (especialmente Mar del Plata y las sierras de Córdoba), es claramente un ejemplo de política de continuidad.
El fenómeno del turismo de masas era un proceso que se venia desarrollando y difundiendo desde la década del treinta. El desmantelamiento de la vieja rambla de madera sobre la playa Bristol y la construcción del complejo Playa Grande, en la ciudad de Mar del Plata, durante el año 1939, implica la apertura a los sectores populares de una fracción importante de la ciudad, y el traslado hacia el sur de los sectores medios/altos de la sociedad. En igual sentido la pavimentación, efectuada durante la década anterior,  de la ruta 2 que une la ciudad de Buenos Aires con Mar del Plata y de la ruta 8 que la une con Córdoba, que sumaron medios de transporte a la oferta ferroviaria existente, demuestran que el turismo de masas empezaba a ser una realidad antes de la llegada del peronismo al poder.
No obstante lo dicho, la inversión en infraestructura turística efectuada durante la década peronista fue inmensa, como así también el desarrollo del turismo sindical. De más esta decir que la instauración de las vacaciones pagas y la novedad salarial del aguinaldo fueron un factor determinante en el aumento de la actividad y su democratización.
f)       La Fundación Eva Perón: Capitulo aparte, dentro de  las políticas de democratización del bienestar aplicadas durante la década peronista, merece la actividad llevada a cabo por la Fundación Evita.
Si bien la fundación se crea a partir de la desaparición de las sociedades de beneficencia dirigidas por las damas patricias de la sociedad y desde ese punto de vista podría decirse que es una continuidad, el presupuesto con que disponía, la magnitud de las tareas realizadas, y la trasversalidad de las mismas (incluían asistencia social, vivienda, turismo, educación etc.) hacen de la acción llevada a cabo por la Fundación  una innovación importante.
Ahora bien, si su acción se corresponde con lo que podríamos denominar  una política pública en términos estrictos, es una cuestión discutible no obstante creemos que correspondía su inclusión, aunque sea en forma escueta,  cuando la consigna a desarrollar son las políticas de democratización del bienestar de la década peronista.
III. ¿Cómo entender la reacción mayoritariamente crítica de los intelectuales al régimen creado por Perón?
“…casi la totalidad de los escritores, artistas  y universitarios liberales y democráticos fueron antiperonistas…los intelectuales peronistas fueron muy contados y mas contados fueron los que gozaban de prestigio y reconocimiento en el ámbito de la cultura...”[13]
La afirmación de la socióloga Silvia Sigal transcripta, no deja margen de dudas en cuanto a la posición tomada por la intelectualidad argentina ante la aparición del fenómeno peronista. Esta posición se  mantendría durante toda la década, y solo a partir del derrocamiento del líder y de la relectura que hubo  del fenómeno peronista a finales del sesenta, iba ha ser modificada.[14]
Las causas por las cuales los intelectuales tomaron un posición  mayoritariamente antiperonista sin siquiera rescatar los componentes populares positivos que tuvo el movimiento, son básicamente dos: a) La imposibilidad de analizar a Perón fuera del marco internacional del periodo y de su pertenencia a la Revolución de 1943, con los componentes antidemocráticos y católico/nacionalistas que esta indudablemente poseía, y 2) La tendencia a interpretar a Perón  como un nuevo exponente del caudillismo popular previo a Caseros, lo que transformaba al peronismo en una regresión institucional de la república.
Sin duda los componentes autoritarios de la Revolución del 43 y la pertenecía reivindicada por Perón a los preceptos de aquella tornaba entendible la posición adoptada por la intelectualidad. La intervención a las universidades, la reimplantación de la enseñanza religiosa en las escuelas, la cesantía de profesores de la talla de Bernardo Houssay y Mariano Castex entre otros (que provocaron la renuncia de Alfredo Palacios a la Presidencia de la Universidad de La Plata), la disolución de la Federación Universitaria Argentina, y otras medidas similares adoptadas por el golpe de estado del 4 junio, no admitían que la intelectualidad argentina pudiera ponerse de alguna manera a  favor del régimen.
La tardía decisión de apoyar la  causa alidada,  la legalización de los partidos políticos, y la revocación de la mayoría de las medias enumeradas en el párrafo anterior, que se produjeron a posteriori, no modificaron la posición de la intelectualidad. El hecho de que Perón estuviera a cargo del Ejecutivo cuando la represión a la manifestación organizada para festejar la rendición de Japón, sumado a la posterior exoneración de profesores universitarios de la talla de José Luis Romero, Ernesto Sábato y Alberto Ginastera, hace que la inteligentsia liberal que aun no veía a Perón como líder popular de masas, lo estigmatizara  sí como  heredero de un  gobierno militar[15].
Este análisis de la revolución del 43 y de Perón como heredero de ella, que realiza la elite intelectual, de alguna manera asustada por los componentes no democráticos del gobierno instaurado a partir de junio de 1943[16], explica, no solo su antiperonismo, sino el hecho de que este naciera, de alguna manera,  antes que Perón ganara las elecciones en 1946, y tenía su génesis en la imposibilidad de disociar la  figura de Perón de la del  gobierno militar al que pertenecía. 
No fue la política social del peronismo la que engendró el antiperonismo de la intelectualidad, sino que contrariamente a lo que le sucedía a las clases populares, para los intelectuales liberales (y de los otros)  la figura de Perón era ilegible fuera del contexto internacional de la segunda guerra y de la lucha entre democracia y autoritarismo o libertad y tiranía que se había entablado en Europa[17].
A lo dicho, aunque mucho menos sustentada en los hechos, habría que agregar la interpretación que hacían, algunos  intelectuales, para los cuales el peronismo resultaba una regresión de la política, identificando la figura  Perón con la de Rosas.
En esa línea se  inscribe lo escrito por  José Luis Romero, cuando en diciembre de 1945, expresaba que “… Un fantasma recorre la tierra libérrima en que nacieron Echeverría, Alberdi, Rivadavia y Sarmiento el fantasma fatídico que se levanta de las tumbas de Mussolini y Hitler…” [18] , en este pensamiento Romero une los dos conceptos expresados en inicio, el que identifica la imagen de Perón como reedición del caudillo rosista y considera al peronismo como contrario a los ideales de razón y libertad triunfantes en Caseros, y el que encuentra sustento en la impronta autoritaria y corporativista de la revolución de junio de 1943, y no entiende al peronismo por fuera de los hechos de junio, y de la lucha entre fascismos y democracias que el mundo vivió hasta 1945.    


   



[1] Fracción del discurso ante la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, transcripto por Juan Carlos Torre en “Vieja Guardia Sindical y Perón”, página 121, Ed. RyR  2011.
[2] Juan Carlos Torre, “Ensayo sobre el movimiento obrero y peronismo”, pagina 139 Editorial Siglo XXI, 2012
[3] Ibidem, pagina 139
[4] Ibidem, páginas 140 y 141.
[5] Pablo Gerchunoff y Juan Llach, “El ciclo de la ilusión al desencanto. Un siglo de políticas económicas en la Argentina”, capítulo IV Ascenso y Apogeo Peronista, paginas 155 y ss. Emece Ed. 2010
[6] Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza “La democratización del bienestar”, Tomo VIII Nueva Historia Argentina, pagìna 282
[7] Ibidem, pagina 286
[8] Ibidem, pagina 288
[9] Ibidem, pagina 288
[10] Ibidem, pagina 291
[11] Según Torre y Pastoriza, los indicadores muestran que no se pudo romper con las desigualdades estructurales entre las regiones, los estratos mas altos y la provincias de litoral tuvieron los valores mas positivos
[12] Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza “La democratización del bienestar”, Tomo VIII Nueva Historia Argentina, página 295.
[13] Silvia Sigal, Los intelectuales y el peronismo, en Nueva Historia Argentina Tomo VIII. Página 483, Editorial Sudamericana.
[14] Ibidem
[15] Ibídem pagina 495
[16] Ibídem pagina 499
[17] Ibídem pagina 500 y 501.
[18] Ibíde, pag. 502

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