Alumno:
Gustavo P. Cresta
Materia:
Temas de Historia Política Argentina del Siglo XX
Profersor:
Juan Carlos Torre.
Universidad
Torcuato Di Tella Maestria en Historia.
I. La política laboral de Perón fue
presentada como una estrategia preventiva: Evitar la agudización de la lucha de
clases. a) Señale sobre que bases empíricas descansaba esa estrategia, b) que
recepción encontró en los sectores económicos y sociales, y c) cuales fueron
sus resultados en una perspectiva de largo plazo del país.
Perón
aportó, a la revolución de 1943 básicamente dos cosas: un programa económico y
social, y una apertura hacia grupos estratégicos de la sociedad, especialmente
el movimiento obrero, de una manera en que ninguna fuerza política lo había
hecho hasta ese entonces. Tal es así que de no haber contado con este aporte,
las posibilidades de la revolución hubieran sido escasas.
Si
bien la apertura hacia el movimiento
obrero se sustentó en la política laboral iniciada desde la Secretaría de
Trabajo, ésta no fue una avenida de mano
única, e incluyó una convocatoria de Perón a los sectores empresarios para
colaborar con ella. Su idea, era que el Estado debía tutelar y mediar en las relaciones del mundo del trabajo lo que garantizaría
un cierto nivel de paz social, estimando que para lograrla era necesario el
aporte de los empresarios.
Según
Perón, si las organizaciones patronales querían evitar la agudización de los
antagonismos de clase debían estar dispuestos a sacrificar algo de su poder,
debían ceder algo para no perder todo.”…Es
necesario dar a los obreros lo que estos merecen por su trabajo y lo que
necesitan para vivir dignamente, a lo que ningún hombre de buenos sentimientos
puede oponerse […] Es necesario saber dar un 30 por ciento a tiempo a perder
todo a posteriori…”[1]
En
este orden de ideas fue que Perón se dirigió a los empresarios en el famoso discurso a la Bolsa de Comercio de Buenos
Aires en agosto de 1944, donde presentó
sus innovaciones como parte de la regeneración y salvaguarda del orden social
existente y no de la creación de otro completamente nuevo[2]. Como se ve, la invitación a colaborar para evitar la
agudización de la lucha de clases propuesta por el nuevo líder, esta lejos de
poder ser considerada una propuesta corporativa como muchos opositores
políticos e intelectuales pensaban en su momento. Tan poco corporativa resultó
la propuesta, que a comienzos de 1945,
con el casi seguro triunfo de los ejércitos aliados, el régimen militar se
ajustó a los nuevos tiempos, declarando la guerra a Alemania e Italia y en el
plano interno restableció las libertades
públicas, los partidos volvieron a la legalidad y se hizo un llamado a
elecciones para 1946.
Sin
perjuicio de lo arriba expuesto, la propuesta efectuada por Perón a los
empresarios, bajo el paraguas de la denominada Doctrina Social de la Iglesia,
tenia algo del espíritu del fascismo social europeo surgido a partir de la
crisis económica de 1930, de las que Perón
había sido un observador privilegiado en su reciente estada en la Italia de
Mussolini[3].
Al
sustento ideológico de las encíclicas papales como Rerum Novarum o Populorum
Progressio y el antecedente empírico de la política social italiana de la
preguerra hay que agregar la intención de Perón de establecer un régimen
político similar al del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México intentando
con ese esquema de partido hegemónico poli clasista cerrar la brecha entre el
armado institucional un antiguo régimen previo a la incipiente
industrialización iniciada en 1930 y las nuevas exigencias surgidas de la
transformación estructural que había sufrido el país.[4]
En este
contexto, era intención de Perón, gravitar de forma excluyente en la próxima
transición democrática y en tal sentido inicio conversaciones tanto con los radicales como con los conservadores los que, en su análisis, podrían
aportar la eficacia de sus aparatos electorales, que sumados al aporte de los
sindicatos, los empresarios, el apoyo del ejército y la bendición de la iglesia
le permitirían liderar la Argentina de la posguerra.
La propuesta de evitar la agudización de la
tensión social mediante concesiones a los trabajadores consensuadas por las
partes y en donde el estado se transformara en un mediador eficaz ante los
distintos reclamos, genero una respuesta bastante fría por parte de los
empresarios. Las organizaciones patronales no se encontraban atemorizadas por
una revolución social o por la acción de las organizaciones sindicales de
origen comunista o socialista con las que habían lidiado exitosamente durante
toda la década, sino más bien por aquellos efectos que la política llevada
adelante por el propio Perón había generado, de tal manera que la intención de
sumar a los empresarios a su proyecto fracasó en forma rotunda.
En lo
que hace a los partidos políticos, según nos dice Juan Carlos Torre en la obra
referenciada, nunca tuvieron intención
de sumarse al proyecto peronista al que consideraban con los días contados a
partir de la coyuntura internacional surgida del triunfo aliado en la Segunda
Guerra Mundial.
Las
circunstancias descriptas obligaron a Perón a cambiar su estrategia
radicalizando el discurso, y llamando a los trabajadores a defender las
conquistas logradas que se encontraban amenazadas por un supuesto complot
reaccionario. Esta nueva estrategia que concluiría el 17 de octubre de 1945,
con una manifestación que marcaría la historia argentina de la segunda mitad
del Siglo XX, provocó una reducción de la base de sustentación del movimiento
que había imaginado el líder.
Visto
desde la perspectiva histórica, el nuevo proyecto de Perón, surgido a partir del rechazo de los
empresarios y políticos a su idea original no atrajo ni a las clases altas ni a
la incipiente clase media, y no tuvo otra base de sustentación que el
movimiento obrero, lo que sobredimensionó el lugar político de los trabajadores
dentro de la estructura peronista.
Este
sobredimensionamiento provocó dos efectos a mi entender negativos, que aún se mantienen dentro del movimiento
Peronista: a) Fue un factor de tensiones políticas que agudizaron las
contradicciones propias de un movimiento policlasista y b) Condicionó en gran
parte las opciones de política económica, tanto en lo que hace a la lucha
contra la inflación, como en la posibilidad de desarrollar una estrategia de
industrialización a largo plazo que sea menos dependiente de los insumos externos.
La necesidad de satisfacer el mercado interno creado a partir de la nueva
estrategia distributiva priorizó la defensa de las industrias preexistentes,
necesitadas de insumos importados que con el tiempo se demostró ineficaz para
liderar un proyecto industrial a largo plazo[5].
II. La política del bienestar social
durante los años peronistas combinó rasgos innovadores y a la vez rasgos de
continuidad. Desarrolle esta proposición ilustrándola con ejemplos.
Para
analizar la política de bienestar social desarrollada por el peronismo, sus
continuidades e innovaciones vamos a separarlas en: a) Políticas de vivienda b)
Políticas de seguridad social, c) Políticas de Salud Pública, d) Políticas
Educativas, e) Políticas de turismo y f) Políticas a cargo de la Fundación Eva
Perón.
a)
Políticas de Vivienda: En política de vivienda el peronismo
tuvo rasgos continuistas e innovadores. En principio continuó con la política
implementada por la administración conservadora que en 1943 decidió el
congelamiento de alquileres, dicha decisión provocó que los alquileres
solamente aumentaran un 27% en el periodo 1943/1955, lo cual fue un aumento
insignificante ante una inflación del
700% que hubo en el periodo[6].
En cuanto a los rasgos innovadores, los hubo de índole
legislativa, de índole financiera y de intervención directa. De índole
legislativa el más importante es la sanción de la Ley 13.512 de Propiedad
Horizontal, que permitió la subdivisión en unidades individuales transmisibles,
los departamentos integrantes de los denominados edificios de renta que
existían especialmente en la Ciudad de Buenos Aires. Si bien esta ley no iba
tener influencia en la política de construcción de viviendas sino hasta finales
de la década del cincuenta y la década del sesenta, permitió, no obstante, que
muchos inquilinos pudieran adquirir el departamento que ocupaban, ante el poco
incentivo de renta que tenían los propietarios por el congelamiento de
alquileres ya explicado.
En lo que respecta a los instrumentos financieros, la novedad,
no porque no existieran con anterioridad sino por el modo y costo con que se
otorgaron, fueron los créditos hipotecarios del Banco Hipotecario Nacional.
Estos créditos tenían tasas subsidiadas, por debajo de la inflación y no
necesitaban depósito previo. Esta política crediticia fue aprovechada
básicamente por empleados públicos y del sector privado, el porcentaje de
aprovechamiento de estos créditos por los obreros de ambos sectores fue mucho
menor[7].
A las políticas expuestas,
el gobierno peronista agregó la construcción en forma directa de viviendas destinadas
a los sectores populares, tal es el caso de Ciudad Evita en las cercanías de
Ezeiza, que caracterizaba el ideal de chalet y jardín propio de los sectores
medios, o el barrio Los Perales en Mataderos que eran monoblocks menos
sofisticados.
La conclusión del trabajo de Torre y Pastoriza en cuanto a la
política de vivienda de la década peronista es que en general, sin desmerecer
sus indiscutibles méritos, distó de ser universal ya que su distribución fue
disímil y varió según el poder e influencia de los distintos grupos sociales[8].
b)
Políticas de seguridad y previsión social: En lo que respecta a la política de seguridad y
previsión social, sin perjuicio del
mayor alcance que tuvo el sistema a partir de la llegada del peronismo al
poder, el mismo fue una continuidad de lo que había funcionado hasta entonces.
Esto es, el esquema jubilatorio partía
de la premisa que la protección de la vejez debía surgir de los propios
esfuerzos de los trabajadores, y dicho esquema cuando lograba ser exitoso se materializaba en un sistema de
jubilaciones sostenido en base a contribuciones obligatorias de los
trabajadores de cada sector y sus empleadores[9].
Con el primer Plan Quinquenal se intentó la modificación del
sistema por uno de carácter mas universal que partía del ingreso de una familia
modesta, sostenido en forma incremental por trabajadores y empleadores, pero
dicha propuesta fue rechazada básicamente por los afiliados a las cajas que se
resistían a una nivelación de los beneficios que en algunos casos los
perjudicaba.
Apartándose del esquema heredado de las administraciones
anteriores solo corresponde destacar la sanción de la Ley 13.478, que
establecía las pensiones “no contributivas” (para aquellos mayores de 60 años
que no contaran con medios de subsistencia) que se financiaba con fondos de la Lotería
Nacional y que por el número de sus beneficiarios era de carácter meramente
residual. El sistema fue reglamentado en 1949, pero jamás pudo aplicarse a la
totalidad del territorio nacional, teniendo vigencia únicamente en la Capital
Federal y Territorios Nacionales[10].
c)
Salud Pública: En lo que hace a los servicios de
sanidad y salud pública, la acción del estado quedó asociada a la figura del
Ministro de Salud Dr. Ramón Carrillo quien fuera su gran impulsor, y que
intento plasmar el pensamiento sanitarista de la década del treinta,
priorizando la intervención estatal y la centralización de la tareas de atención
médica y de asistencia social, con un concepto universalista que tendía a la
atención de la totalidad de la población sin distinciones.
No obstante el aumento de
la inversión, la construcción de nuevos hospitales, el alargamiento de la redes
de agua y cloacas, el espectacular incremento de los índices de esperanza de vida, y la
eliminación de muchas enfermedades endémicas especialmente en las zonas más
pobres del norte del país[11],
el ambicioso proyecto sufrió el embate de los gremios que privilegiaron la
creación de obras sociales sindicales. El sistema sindical implicaba una fórmula
de cobertura diferenciada a partir de criterios ocupacionales, con una
solidaridad fragmentada, replicando de alguna manera la concepción que tenían las
asociaciones mutuales que reunían colectividades inmigratorias.
El proyecto original, al igual que ocurrió con el sistema
previsional, sufrió el ataque desde adentro, por parte de los sectores
sindicales del peronismo, en un ejemplo claro de las tensiones generadas a
partir del excesivo peso de los trabajadores organizados dentro del sistema de
toma de decisiones del movimiento.
Poniendo a la política de salud en términos de continuidad o no,
tal como lo exige la consigna, es claro que el plan primigenio resultaba una
novedad a lo que se venía aplicando hasta ese entonces, no obstante la presión
de los intereses sectoriales hizo que su alcance fuera menos universal de lo
pretendido.
d)
Políticas educativas: La política educativa llevada
adelante durante la década peronista fue el terreno “donde
la democratización del bienestar durante los años del peronismo tuvo un alcance
más amplio”[12].
No obstante el concepto vertido, esto no implica que la política
educativa se haya diferenciado de la concepción y rasgos que había adquirido en la primera
década del siglo, por lo que la misma fue una continuidad de la aplicada hasta
entonces.
El salto cuantitativo en la población escolarizada,
especialmente el crecimiento de la matrícula secundaria, la manifestación plena
del concepto de gratuidad de la educación universitaria, la creación de la Universidad Tecnológica, y
la implementación de colegios secundarios industriales entre otros logros, fueron
producto de una mayor inversión y del cambio de paradigma económico, pero no
implicaron una innovación dentro las políticas educativas.
Es hacer notar que continuó vigente, hasta entrado el año 1954.
el Decreto N°18.411/43 que restableciera la enseñanza religiosa en las escuelas
dependientes de la Nación, el cual había significado una involución a las leyes
“laicas” de la generación del 80.
e)
La política turística: Al igual que en lo referido a las
políticas educativas, la democratización del bienestar en lo que hace al acceso
de la población a los distintos centros turísticos existentes (especialmente
Mar del Plata y las sierras de Córdoba), es claramente un ejemplo de política
de continuidad.
El fenómeno del turismo de masas era un proceso que se venia
desarrollando y difundiendo desde la década del treinta. El desmantelamiento de
la vieja rambla de madera sobre la playa Bristol y la construcción del complejo
Playa Grande, en la ciudad de Mar del Plata, durante el año 1939, implica la
apertura a los sectores populares de una fracción importante de la ciudad, y el
traslado hacia el sur de los sectores medios/altos de la sociedad. En igual
sentido la pavimentación, efectuada durante la década anterior, de la ruta 2 que une la ciudad de Buenos Aires
con Mar del Plata y de la ruta 8 que la une con Córdoba, que sumaron medios de
transporte a la oferta ferroviaria existente, demuestran que el turismo de
masas empezaba a ser una realidad antes de la llegada del peronismo al poder.
No obstante lo dicho, la inversión en infraestructura turística
efectuada durante la década peronista fue inmensa, como así también el
desarrollo del turismo sindical. De más esta decir que la instauración de las
vacaciones pagas y la novedad salarial del aguinaldo fueron un factor
determinante en el aumento de la actividad y su democratización.
f)
La Fundación Eva Perón: Capitulo aparte, dentro de las políticas de democratización del
bienestar aplicadas durante la década peronista, merece la actividad llevada a
cabo por la Fundación Evita.
Si bien la fundación se crea a partir de la desaparición de las
sociedades de beneficencia dirigidas por las damas patricias de la sociedad y
desde ese punto de vista podría decirse que es una continuidad, el presupuesto
con que disponía, la magnitud de las tareas realizadas, y la trasversalidad de
las mismas (incluían asistencia social, vivienda, turismo, educación etc.) hacen
de la acción llevada a cabo por la Fundación
una innovación importante.
Ahora bien, si su acción se corresponde con lo que podríamos
denominar una política pública en
términos estrictos, es una cuestión discutible no obstante creemos que
correspondía su inclusión, aunque sea en forma escueta, cuando la consigna a desarrollar son las
políticas de democratización del bienestar de la década peronista.
III. ¿Cómo entender la
reacción mayoritariamente crítica de los intelectuales al régimen creado por
Perón?
“…casi la totalidad de
los escritores, artistas y
universitarios liberales y democráticos fueron antiperonistas…los intelectuales
peronistas fueron muy contados y mas contados fueron los que gozaban de
prestigio y reconocimiento en el ámbito de la cultura...”[13]
La afirmación de la socióloga Silvia Sigal transcripta, no deja
margen de dudas en cuanto a la posición tomada por la intelectualidad argentina
ante la aparición del fenómeno peronista. Esta posición se mantendría durante toda la década, y solo a
partir del derrocamiento del líder y de la relectura que hubo del fenómeno peronista a finales del sesenta,
iba ha ser modificada.[14]
Las causas por las cuales los intelectuales tomaron un posición mayoritariamente antiperonista sin siquiera
rescatar los componentes populares positivos que tuvo el movimiento, son
básicamente dos: a) La imposibilidad de analizar a Perón fuera del marco
internacional del periodo y de su pertenencia a la Revolución de 1943, con los
componentes antidemocráticos y católico/nacionalistas que esta indudablemente
poseía, y 2) La tendencia a interpretar a Perón
como un nuevo exponente del caudillismo popular previo a Caseros, lo que
transformaba al peronismo en una regresión institucional de la república.
Sin duda los componentes autoritarios de la Revolución del 43 y
la pertenecía reivindicada por Perón a los preceptos de aquella tornaba
entendible la posición adoptada por la intelectualidad. La intervención a las
universidades, la reimplantación de la enseñanza religiosa en las escuelas, la
cesantía de profesores de la talla de Bernardo Houssay y Mariano Castex entre
otros (que provocaron la renuncia de Alfredo Palacios a la Presidencia de la
Universidad de La Plata), la disolución de la Federación Universitaria
Argentina, y otras medidas similares adoptadas por el golpe de estado del 4
junio, no admitían que la intelectualidad argentina pudiera ponerse de alguna
manera a favor del régimen.
La tardía decisión de apoyar la
causa alidada, la legalización de
los partidos políticos, y la revocación de la mayoría de las medias enumeradas
en el párrafo anterior, que se produjeron a posteriori, no modificaron la
posición de la intelectualidad. El hecho de que Perón estuviera a cargo del
Ejecutivo cuando la represión a la manifestación organizada para festejar la
rendición de Japón, sumado a la posterior exoneración de profesores
universitarios de la talla de José Luis Romero, Ernesto Sábato y Alberto
Ginastera, hace que la inteligentsia liberal que aun no veía a Perón como líder
popular de masas, lo estigmatizara sí como
heredero de un gobierno militar[15].
Este análisis de la revolución del 43 y de Perón como heredero
de ella, que realiza la elite intelectual, de alguna manera asustada por los
componentes no democráticos del gobierno instaurado a partir de junio de 1943[16],
explica, no solo su antiperonismo, sino el hecho de que este naciera, de alguna
manera, antes que Perón ganara las
elecciones en 1946, y tenía su génesis en la imposibilidad de disociar la figura de Perón de la del gobierno militar al que pertenecía.
No fue la política social del peronismo la que engendró el
antiperonismo de la intelectualidad, sino que contrariamente a lo que le sucedía
a las clases populares, para los intelectuales liberales (y de los otros) la figura de Perón era ilegible fuera del
contexto internacional de la segunda guerra y de la lucha entre democracia y
autoritarismo o libertad y tiranía que se había entablado en Europa[17].
A lo dicho, aunque mucho menos sustentada en los hechos, habría
que agregar la interpretación que hacían, algunos intelectuales, para los cuales el peronismo
resultaba una regresión de la política, identificando la figura Perón con la de Rosas.
En esa línea se inscribe
lo escrito por José Luis Romero, cuando
en diciembre de 1945, expresaba que “… Un
fantasma recorre la tierra libérrima en que nacieron Echeverría, Alberdi,
Rivadavia y Sarmiento el fantasma fatídico que se levanta de las tumbas de
Mussolini y Hitler…” [18]
, en este pensamiento Romero une los dos conceptos expresados en inicio, el que
identifica la imagen de Perón como reedición del caudillo rosista y considera
al peronismo como contrario a los ideales de razón y libertad triunfantes en
Caseros, y el que encuentra sustento en la impronta autoritaria y
corporativista de la revolución de junio de 1943, y no entiende al peronismo
por fuera de los hechos de junio, y de la lucha entre fascismos y democracias
que el mundo vivió hasta 1945.
[1] Fracción del discurso ante
la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, transcripto por Juan Carlos Torre en “Vieja
Guardia Sindical y Perón”, página 121, Ed. RyR
2011.
[2] Juan Carlos Torre,
“Ensayo sobre el movimiento obrero y peronismo”, pagina 139 Editorial Siglo
XXI, 2012
[3] Ibidem, pagina 139
[4] Ibidem, páginas 140 y 141.
[5] Pablo Gerchunoff y Juan
Llach, “El ciclo de la ilusión al desencanto. Un siglo de políticas
económicas en la Argentina”, capítulo IV Ascenso y Apogeo Peronista, paginas
155 y ss. Emece Ed. 2010
[6]
Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza “La democratización del bienestar”,
Tomo VIII Nueva Historia Argentina, pagìna 282
[7] Ibidem, pagina 286
[8] Ibidem, pagina 288
[9] Ibidem, pagina 288
[10] Ibidem, pagina 291
[11] Según Torre y Pastoriza,
los indicadores muestran que no se pudo romper con las desigualdades
estructurales entre las regiones, los estratos mas altos y la provincias de
litoral tuvieron los valores mas positivos
[12] Juan Carlos Torre y
Elisa Pastoriza “La democratización del bienestar”, Tomo VIII Nueva
Historia Argentina, página 295.
[13] Silvia Sigal, Los
intelectuales y el peronismo, en Nueva Historia Argentina Tomo VIII. Página
483, Editorial Sudamericana.
[14] Ibidem
[15] Ibídem pagina 495
[16] Ibídem pagina 499
[17] Ibídem pagina 500 y 501.
[18] Ibíde, pag. 502
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