jueves, 14 de julio de 2011

Los 49 días que conmovieron al mundo

Con el mayor de los respetos por John Reed y su excelente relato de la revolución bolchevique, tomo prestado parte del titulo de su famoso libro, para dar inicio a este pequeño ensayo pensado en el actual intento  de  entronamiento, lento pero inpausado, de un simpático odontólogo conservador oriundo de San Andrés de Giles, a quien aquella juventud maravillosa de los años 70, con un poco de cariño y mucho de sorna había bautizado EL TIO.

Si, me estoy refiriendo a Héctor J. Cámpora, pero no quiero  hacer una investigación seria del personaje, ni siquiera lo quiero  googlear para ver lo que dice Wikipedia, solo quiero apelar a mi memoria (en aquel otoño de 1973 yo tenia 18 años y cursaba el ingreso a Facultad de Derecho), y compartir con los que lean esto la impresión que me dejaron aquellos 49 días que ahora, a los ojos de los comunicadores gubernamentales, son lo mas parecido al ingreso de De Gaulle a Paris en 1945 (si el lector es nacionalista) al descenso de Fidel Castro  desde Sierra Maestra ( para los lectores de izquierda), o los 100 primeros días del New Deal  de Roosevelt (para aquellos que adhieran al ideario Desarrollista), elija el lector  según su criterio y simpatía.

Yo recuerdo aquellos 49 días, con la visión de un adolescente (un poco tardío) con ganas, sino de cambiar totalmente el mundo,  al menos de intentar cambiar algo, tarea en la que, como toda mi generación, fracasé rotundamente.

Lo primero que recuerdo de aquel 25 de Mayo de 1973, fue el largísimo discurso de asunción ante la asamblea legislativa. Casi cuatro horas frente al Zenit de 24 pulgadas, trece canales y una posición que decía UHF que nunca supe para que “carajo”  era, mientras  mi viejo, socialista democrático y gorila de los de antes se fumaba no menos de un atado de Colorados King Size, y guardaba un silencio perplejo mientras meneaba la cabeza de un lado a otro en un gesto que solo comprendí muchos años mas tarde.

Luego del discurso, y por primera vez en la historia a bordo de un helicóptero (medio de transporte al cual nos acostumbraríamos a partir de ese día) , EL TIO se traslado a la casa de gobierno para el traspaso del bastón de mando y la consiguiente jura de los ministros con la presencia, en aquellos tiempos indispensable, del Dr. Garrido (el de la canción de Maria Elena Walsh), escribano general de gobierno que poseía la mayor colección de lapiceras presidenciales, ya que terminado el acto se apropiaba ( con el consentimiento del primer mandatario de turno) de la Parker 51 (laca y oro), cargada de tinta azul negro fijo con la que se habían firmado las actas de asunción. Habiendo realizado  esto desde tiempos inmemoriales con todos los presidentes que se le cruzaron, su colección se presumía importante.

En el Salón Blanco al son de la marchita cantada con la mano izquierda o derecha en alto ( según el criterio ideológico del militante invitado) y haciendo la V de la victoria fueron pasando, si no me falla la memoria,  7 ministros de un gabinete con el típico cocktail que caracteriza a la Franquicia de Poder que gobernara al país en 34 de los últimos 60 años, esto es, dos para la “tendencia”:  Rigi ( si el actual Procurador General) y Puig, dos para los históricos: Taiana y Benitez, uno para circulo íntimo: Lopez Rega, uno para el empresariado nacional José Bel Gelbard y  uno para la columna vertebral de la franquicia: Otero.

Mientras esto sucedía y sin dar respiro los diputados y senadores en sesión conjunta votaban una Ley de Amnistía, ordenando la libertad de todos los presos políticos, pero como los “muchachos” estaban apurados y el tramite de promulgación y publicación era un incordio, en el mismo momento que se contaban los votos en el Congreso armaron soberano quilombo en la entrada de la cárcel de Villa Devoto, tiroteo 2 muertos (creo) y al final los presos salieron, también  aprovechó la volada un estafador buscado por la justicia francesa y algún otro caco sin filiación política alguna, pequeñeces que no empañaban de ningún modo el inicio de la gesta revolucionaria que encabezaba el odontólogo de los bigotitos y el peinado a la gomina, que al mejor estilo del General dijo unas palabras desde el balcón de la Rosada e invitó a la multitud a  retirarse con el consabido slogan de casa al trabajo y del trabajo a casa,  un clásico del 45 que estaba un poco pasado de moda en el 73. Tan pasado de moda estaba que los muchachos no solo no se fueron, sino que quemaron dos o tres Gordinis, un 504, y algún Rambler Cross Country , seguramente por ser símbolos del capitalismo apátrida, la oligarquía terrateniente y los intereses concentrados, en fin, terminó el día uno.

Pidiendo desde ya disculpas por la poca rigurosidad histórica del relato, como hecho anecdótico recuerdo que el TIO mientras iba a la Rosada una mañana se le ocurrió parar en un café para jugarse algunas rayas al  billar, demás esta aclarar, rayas, de las de antes no de las de ahora, me explico. Con esta actitud demostraba ser un tipo llano que se mezclaba con el pueblo y de alguna manera que era TIO de todos los Argentinos.  

El TIO no era lo que podríamos denominar una personalidad muy fuerte, solo tenía la fortaleza que le daba el GENERAL en cuyo nombre gobernaba y cuyas instrucciones debía seguir al pie de la letra. Digo debía porque, primero el GENERAL estaba en España con lo cual no era de consulta inmediata, y aparentemente algo había pasado porque el TIO fue a España en visita oficial (única salida del país y fue a ver a FRANCO ????) pero el GENERAL nunca lo  acompañó a ninguna reunión, ni en la embajada ni en la Moncloa, con lo cual el TIO estaba algo molesto. Pero no importa el GENERAL iba a volver y entonces todo se solucionaría, solo por su presencia.

El GENERAL volvió, no vale la pena recordar aquel día, no podría de ninguna manera superar relatos como los Jorge Asis en Los Reventados, o los Martín Caparros en La Voluntad (para que vean que soy amplio de criterio), por lo que doy por sentado que cada lector sabe y tiene su propia sensación sobre lo sucedido.

A todo esto ya había pasado un mes desde que el TIO había asumido.

El GENERAL se instalo en Vicente López en la calle Gaspar Campos, cerca de donde vivo hoy (ironías del destino), y empezó a funcionar una especie de doble comando, pero el comando del TIO parece que estaba desconectado, así que  por mas que los muchachos de la tendencia intentaron sostenerlo, y organizaron el Operativo Dorrego, aguantó poco, tuvo que renunciar y se acabaron los 49 días.

Se me torna difícil de calificar el periodo de gobierno del Dr. Cámpora, decir que fue incalificable me suena a chiste fácil, tampoco quiero que mi análisis peque de lo mismo que critico en Felipe Pigna ( ejercer el anacronismo histórico) ya que en aquel entonces había una fuerte corriente de la juventud convencida de la lucha armada para llegar al poder y dicha opción  era debatida no solo en oscuros sótanos y aguantaderas, sino en cualquier reunión de amigos o cena familiar de la, por aquel entonces existente, clase media argentina. También, a fuerza de ser sincero, es necesario aclarar que los golpes de estado casi estaban incluidos en la Constitución y también eran discutidos en los mismos ámbitos arriba descriptos, lo que de ninguna manera perdona o justifica lo ocurrido pero ayuda a su comprensión desde el punto de vista histórico.

Ahora bien y aun reafirmando el concepto expresado en el  párrafo anterior,  intentar reinsertar a esos 49 días  históricamente, e instalarlos en la conciencia colectiva como si hubieran sido un remedo local de la Comuna de Paris de 1871,  me parece un insulto a la inteligencia de toda una generación.

Karl Marx decía aludiendo a la diferencia entre Napoleón I y Napoleón III, que la historia se repite la primera vez es una tragedia y la segunda una farsa. Contrariamente a lo que pensaba el filósofo alemán aquellos 49 días nacieron como farsa, y terminaron siendo el inicio de una tragedia.




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